El resultado de la consulta popular, celebrada el 4 de febrero de 2018, fue claramente favorable a la posición del gobierno de Lenín Moreno, aunque en medio de las celebraciones por el triunfo, apareció de pronto en el horizonte un negro nubarrón, que ni el más pesimista de los seguidores del presidente se habría podido imaginar.

Nadie en el Gobierno tomó en serio el pedido de medidas formulado por tres miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en adelante CIDH. El posterior requerimiento de información realizado por este organismo también fue tratado con la mayor de las ligerezas. ¿A quién le importan unas medidas cautelares solicitadas ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, si podemos preocuparnos de temas más “internacionales”, como la situación de Julian Assange en la embajada ecuatoriana en Londres, por ejemplo? La defensa del Estado ante el expediente abierto en la Comisión, no solo fue inexistente hasta la petición de información, sino que, una vez solicitada esta, demostró la mediocridad e indolencia con la que se maneja la política internacional en el país. ¿Se da cuenta Lenín de que su cuerpo diplomático no le dio dos centavos de bola a un tema del que dependía la estabilidad de su gobierno?

La contestación de Procuraduría al requerimiento de la CIDH no pudo ser peor, empezando por negar la competencia de este organismo para emitir medidas cautelares y reconocer solo su capacidad de solicitarlas ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en adelante CorteIDH. Un memorial con problemas de interpretación jurídica, que evidencia un enorme desconocimiento de la normativa internacional de protección de derechos humanos y sobre todo una mediocridad rampante, fue seguido de una decisión de la CIDH que acudió a la CorteIDH para solicitar medidas provisionales y poner a todos a temblar. ¿Cuál fue la reacción de la diplomacia ecuatoriana? Generar comunicación entre el presidente Moreno y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, como si por la vía del lobby podría incidirse en una decisión del máximo organismo jurisdiccional de la región. “No aceptaremos que se vulnere nuestra soberanía”, dijo el presidente, muy suelto de huesos. ¿Se da cuenta Lenín de que con ese discurso basado en un concepto westfaliano de soberanía, totalmente desfasado a estas alturas de la historia, replicaba tal cual, lo peor del discurso correísta, en cuanto a la relación del Estado con los organismos internacionales de protección de derechos humanos?

La petición de medidas provisionales tomó a la diplomacia ecuatoriana por sorpresa y sin ideas. Los discursos repetían como mantra que ninguna decisión judicial internacional puede estar por sobre la voluntad popular expresada en las urnas y que como país soberano esto sería una intromisión inadmisible. Desconocen evidentemente que varios ejercicios de democracia directa han sido declarados ilegítimos por la CorteIDH, como en el caso Gelman vs. Uruguay, en los que se consideró contrario a la Convención Americana de Derechos Humanos, la aprobación vía referéndum de leyes de amnistía a los violadores de derechos humanos de la dictadura uruguaya. ¿Se da cuenta Lenín de que los argumentos de su diplomacia no colaboraron en nada a una decisión favorable de la CorteIDH?

¿Qué hizo el Estado ecuatoriano frente a la inminente posibilidad de recibir en su contra medidas provisionales de la CorteIDH, que habrían dejado en suspenso la decisión popular en lo referente a la pregunta 3 de la consulta y sumido al país en un casos político e institucional? Pues salir en medios de comunicación con la misma falta de argumentos y, luego, enviar una comisión de notables a Costa Rica, que cuando llegaron a la sede de la CorteIDH se enteraron que esta ya había tomado una decisión y que era favorable. Luego por supuesto, la fotito de rigor en la fachada de la mansión donde funciona este organismo y los trinos de triunfo por doquier. ¿Se da cuenta Lenín de que fueron los conceptos remitidos desde diferentes estamentos de sociedad civil, nacional e internacional, por diferentes medios y no los inexistentes de Gobierno los que llegaron a la CorteIDH?

Revisada la decisión de la CorteIDH, aparecen algunos aspectos que deben analizarse. Primero, el resultado de la votación, pues es consecuencia de un fallo dividido en que 4 jueces decidieron rechazar el pedido de la CIDH y 2 aceptarlo. ¿Se da cuenta Lenín de que un solo voto del otro lado y en este momento estaba enfrentando a un correísmo victorioso y a un pueblo en las calles, acusándole de traicionar la voluntad popular? ¿Se da cuenta de que la sacó barata en un tema trascendental para su propia supervivencia política?

Esperemos que todos estos puntos se encuentren claros para el presidente y que tome los correctivos necesarios. Posiblemente la próxima vez no tenga tanta suerte. (O)

 

¿A quién le importan unas medidas cautelares solicitadas ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, si podemos preocuparnos de temas más “internacionales”, como la situación de Julian Assange en la embajada ecuatoriana en Londres, por ejemplo?