Guayaquil, la ciudad en la que nací, es ahora también donde nacen constantemente nuevas experiencias culturales. No siempre fue así, es sumamente difícil desarrollar una programación sostenible y creativa cuando se está tocando puertas para auspicios; quizás esa angustia de saber que el mecenazgo en las artes es más una costumbre de los países desarrollados interfería con esa obra que pudo hacerse con el tiempo, las reflexiones y silencios necesarios.
Yo, francamente, nunca imaginé que mi ciudad llegaría a tener esta diáspora cultural que vemos en la actualidad. Los prejuicios que existían con respecto a las audiencias del puerto fueron desvaneciéndose cuando empezaron a surgir distintas propuestas lanzadas por valientes. Y es que la belleza representada por las distintas manifestaciones artísticas es necesaria para generar los cambios positivos que tanto anhelamos en nuestra comunidad.
Las artes nos brindan la oportunidad de reimaginar positivamente la experiencia humana. A medida que las barreras decrecen en el ámbito cultural, se nos abre la posibilidad de interpretar una experiencia individual, que a la vez es global. Sin duda una de las mejores maneras de empezar a generar cambios positivos en el mundo es abrir espacios que permitan a las audiencias entender, aunque sea de manera parcial o subjetiva, la perspectiva de los demás. Cada mensaje o sensación, sea agradable o desagradable, nos permite cuestionar nuestro entorno: ¿es entonces el arte quien refleja a la sociedad o es la sociedad quien inspira al artista? Yo creo que es un poco de las dos y que se manifiestan de manera simultánea.
Las propuestas culturales que se ofrecen no tienen la necesidad de justificar su programación, simplemente se presentan y el público acude a vivir esa experiencia en particular. El arte no les enseña a las personas qué hacer o qué pensar, sin embargo, cuando nos encontramos frente a una obra que nos impacta, este arte puede conectarnos con nuestros sentidos, percatándonos de la existencia de emociones que puedan ser bastante familiares, pero en las cuales no nos enfocamos lo suficiente.
Es esta experiencia transformadora lo que el arte busca constantemente. Involucrarnos con el arte no es únicamente un proceso solitario, ya que podemos compartir esta experiencia con otras personas que quizás tienen una visión del mundo radicalmente opuesta a la nuestra. Lo importante en este caso no es solo compartir significados o coincidir en nuestra apreciación, sino sentir la necesidad de compartir con otros y así generar espacios en donde estar en desacuerdo es aceptado y valorado; fomentando la inspiración que da lugar a nuevas interpretaciones.
Todos tenemos visiones muy personales de un mundo ideal, sin duda hay muchas personas que anhelan una sociedad en la que el pensamiento crítico y los valores humanísticos sean parte de nuestra razón de ser y actuar. Una sociedad que promueve un cuestionamiento saludable de sus experiencias y sus construcciones. Creo firmemente que el acceso a la cultura es uno de los pilares fundamentales para que esto suceda. Hoy, muchos somos testigos de que hemos avanzado. (O)