Guayaquil es una metrópoli que requiere de constantes obras para hacer que pertenezca al lugar que le corresponde, un sitial de honor en el contexto del orbe.

Nuestra ciudad asentada sobre sedimentos y manglares posee un encanto natural de grandes proporciones. Solo se necesita conocer otros lugares o vivir en ellos para darse cuenta del maravilloso entorno de la ciudad. Sus climas son regulares, no hay fuertes vientos, en su superficie abanica una brisa yodada proveniente del océano. El anchuroso río Guayas, el de mayor caudal en la costa sur oceánica, y el estero Salado son dos arterias que la alimentan en forma natural con indescriptible belleza. Nos ha tocado apreciar cómo instituciones internacionales como el BID y el BM consideran a Guayaquil como la mejor ciudad de la América del sur, para acometer con planes pilotos de agua potable, por ejemplo. Sin embargo, gran parte de sus habitantes no conocen o pretenden desconocer estos detalles y hacen lo posible porque la belleza se transforme en muladar. En octubre propuse que la técnica aparezca en la realización de grandes obras que la ciudad requiere. Se quiere construir el gran viaducto de 44 kilómetros con un costo de mil quinientos millones de dólares y hasta se disputan la competencia por su realización. Describo algo de lo que es el gran dique Oosterschelde de Holanda, considerado la octava maravilla del mundo y tiene 33 años de construido, está en la provincia holandesa de Zeeland y se compone de 65 pilares con 62 compuertas de 12 metros de alto que regulan las aguas dulces provenientes de los ríos Rin, Maas y Shele en su desembocadura al Mar del Norte. Tiene 9 kilómetros de longitud y ha logrado desarrollar a toda la provincia, social, política y económicamente.

Pido desistir la construcción del fabuloso viaducto que no sirve sino para el aumento de la corrupción de técnicos, políticos y empresarios, cuando la solución verdaderamente técnica está en construir el dique de solo tres kilómetros de longitud y a un costo mucho menor. Empero, ¿qué obtendríamos con esta obra?, la separación de los flujos de agua del mar y del río y gran cantidad de agua dulce que con la escasez en el mundo se podría hasta exportar. Contra lo inevitable del calentamiento global y la elevación del nivel del mar, serviría para regular el fenómeno y proteger el área de la ciudad; dos millones de hectáreas de terrenos fértiles se incorporarían para el cultivo, que ahora no se hace por ser agua salobre. El dique sería una arteria de seis vías con una carretera que conduzca a los mismos lugares del viaducto. El ambiente turístico y zonal mejoraría con lugares de desarrollo, esparcimiento deportivo y recreacional. La riqueza ictiológica mejoraría. El viaducto mantiene el mismo patrón que los anteriores puentes sin ningún mejoramiento permitiendo el flujo y reflujo como hasta ahora. Los holandeses hicieron el dique para regular el flujo del Mar del Norte que es de gran oleaje. Nuestra desembocadura es mansa, lista para la obra, estamos cercanos a grandes canteras de explotación de materiales duros, justo lo que se necesita para construir el dique. Ingenieros holandeses con los que he hablado, dicen que la obra es totalmente factible.(O)

Walter Wiesner Falconí,

ingeniero civil, Guayaquil