Inicio este texto con la frase del político y filósofo Antonio Gramsci con la que cerré mi artículo anterior: “El pesimismo es asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad”. Pretendía continuar proponiendo estrategias que vinculen el desarrollo social ambientalmente sostenible, la permacultura y las biotecnologías éticas, con miras a una nueva normalidad contraria a la devastadora “normalidad pre-COVID-19”. Queda pendiente…

La reciente noticia sobre la incautación récord en Hong Kong de dos embarques provenientes de Ecuador con 26 toneladas (26 000 kilos) de aletas de tiburón es alarmante y amerita nuestro involucramiento. La cantidad de aletas confiscadas corresponde a cerca de 40 000 tiburones en peligro de extinción. Se estima que setenta millones de estos emblemáticos animales son asesinados anualmente para comercializar sus aletas usadas en la preparación de costosas sopas. Comercio irracional agravado por la crueldad de cercenar las aletas de animales aún vivos y devolverlos al mar sangrantes y moribundos.

Algunos considerarán que en estos momentos de confinamiento el tráfico de aletas de tiburón es irrelevante. No lo es. Estamos iniciando el decenio de los océanos (2021-2030), declarado así por las Naciones Unidas, ante la urgente necesidad de enseñar a la humanidad a aprender a vivir en armonía con los océanos gravemente amenazados por la contaminación y la sobreexplotación de la biodiversidad marina. En el caso de los tiburones, nueve de cada diez ya han desaparecido. Esta dramática reducción conlleva una cascada de efectos desastrosos para los ecosistemas oceánicos y las comunidades humanas. El tráfico de aletas de tiburón es solo uno más de los innumerables atentados a los océanos. Cada vez que una especie desaparece, se afectan todas las especies y ecosistemas conectados con ella. En poco tiempo los océanos estarán poblados por medusas y plástico.

Indigna constatar una vez más cómo un sistema corrompido allana los caminos, abre puertas, vuelve legal lo ilegal, lo inmoral. Un cargamento que logró llegar a Hong Kong evadiendo todos los controles es la demostración de mafias bien establecidas y protegidas desde altas esferas. Unos cuantos corruptos hacen y deshacen en este país y en el mundo. Constatamos a diario cómo la corrupción se ha “normalizado”. Cuando en un país pueden salir contenedores cargados de aletas de tiburón, igual que han salido de bases militares o de cancillerías cargas de droga, o cuando se lucra con fundas para cadáveres en momentos de dolor, el sistema está descompuesto.

Un capitalismo desquiciado está arrasando con todo y la corrupción es su principal aliada; permisos, autorizaciones, todo fluye cuando los hilos de poder y dinero se entrelazan.

Los actores sociales, políticos, académicos, sociedad civil en general, debemos movilizarnos. Si la inteligencia nos confronta a la pesimista conclusión de que es imposible cambiar las cosas, debemos, como Gramsci, mantenernos positivos, creer que siempre es posible un cambio si unimos voluntades y esfuerzos. Presionemos a las autoridades para que la ley sea implacable, no queremos chivos expiatorios; que se identifique a quienes mueven, financian y lucran de este tipo de tráfico, incluyendo a autoridades y funcionarios de organismos de control por su ineficiencia o, peor, por estar detrás de autorizaciones fraudulentas. (O)