Si la centroderecha fuera inteligente y visionaria en el Ecuador, debería apostarle a Otto Sonnenholzner para las elecciones del 2021. Nadie, en el espectro político actual, puede asegurar un mejor horizonte electoral para sus valores e intereses.
La centroderecha no ha logrado cuajar una propuesta política consistente, aglutinante, al menos en los últimos 20 años. Guillermo Lasso intentó ser el relevo del Partido Social Cristiano cuando esta organización quedó atrincherada en Guayaquil. Pero el estilo de Lasso, su condición de banquero, su dificultad para conectar de modo auténtico con lo popular –ni siquiera la cervecita del viernes le viene bien– limitan sus posibilidades de ser quien llene el espacio dejado por Jaime Nebot. Lasso cumplió un papel muy importante en la lucha contra el correísmo y sobre todo en la segunda vuelta del 2017, cuando estuvo a punto de ganar. El arrastre de su candidatura fracturó la dominación correísta y abrió el espacio para lo que vendría después: el inevitable giro de Moreno hacia una política de diálogo y luego la ruptura con Correa.
Pero hasta ahí llegó Lasso. La centroderecha siguió pensando que Nebot podía ser su opción para el 2021. Nebot deshojó mucho tiempo margaritas cuando era bastante evidente, por las señales que había dado y sobre todo por los números de las encuestas, que no sería candidato. En ese marco aparece Sonnenholzner. Incursionó en la política desde el periodismo y ha logrado crear una imagen positiva de sí mismo a pesar de Moreno, de su gobierno y del desencanto general. Su imagen, según muestran las encuestas, creció en la pandemia: tuvo el valor de dar la cara y enfrentar en el terreno una crisis sanitaria desconocida. Lo hizo, además, en las peores condiciones imaginables.
Su discurso de renuncia tanto como la construcción de una imagen de sí mismo hacen pensar que Sonnenholzner descubrió la política y se ha entusiasmado con la posibilidad de ocupar el espacio de la centroderecha. Su renuncia se produjo en el momento adecuado si quiere verse como una opción electoral: su credibilidad e imagen son buenas, Nebot abrió el campo de la tendencia y Lasso se encuentra estancado. Su juventud, frescura, firmeza, pragmatismo, vitalidad, parecen elementos a su favor. Se lo percibe sincero y honesto. Y su sola irrupción en la escena produce un envejecimiento político de Correa y Lasso. Al lado de Sonnenholzner, Correa parece un vetusto y anacrónico caudillo del siglo XX.
Lasso debería retirar su candidatura para que el exvicepresidente pueda convertirse en el punto de articulación y renovación de una centroderecha democrática. Sonnenholzner podría ser a la centroderecha lo que Correa fue hace 15 años a la centroizquierda, pero sin los alardes retóricos y mesiánicos. Por sí solo Sonnenholzner no representa nada, salvo una buena imagen. Su fuerza solo podría consolidarse si logra convertirse en el renovador de la derecha que Lasso no pudo ser. Lasso y Nebot deberían ofrecerle su contingente y apoyar la renovación de la tendencia política. Nebot ya dijo no a su candidatura. ¿Dará Lasso el paso al costado? Hagan apuestas. (O)