¡Sí! El Estado ecuatoriano contra quienes estudian Psicología en nuestras universidades y contra los jóvenes que pretenden iniciar una práctica clínica en esta disciplina, a pesar de que ellos han colaborado con el Ecuador prestando teleasistencia a las personas angustiadas durante esta pandemia.

Soy profesor de escuelas y facultades de Psicología en varias universidades quiteñas, en pregrados y maestrías, durante tres décadas. Últimamente, he visto una precarización progresiva de los psicólogos más jóvenes. Hoy, la mayoría de los recién graduados se encuentra en una posición insostenible, del tipo “hagas lo que hagas, perderás”, como la que Gregory Bateson llamaba la teoría del doble vínculo explicando la génesis de la esquizofrenia en ciertas familias. La responsabilidad principal de esta condición le corresponde al Estado ecuatoriano, mediante los organismos que regulan la educación superior desde el Gobierno anterior hasta el actual.

¿Qué responsabilidad “esquizofrenógena” tiene el Estado sobre esta condición de los psicólogos jóvenes? Hasta hace poco, la psicología a nivel de pregrado concluía con la especialización en los últimos semestres y otorgaba títulos de pregrado como “psicólogo clínico” y otros.

De pronto, al Gobierno anterior se le ocurrió que hay demasiados psicólogos en el país y un racimo de especializaciones innecesarias. Entonces, las autoridades universitarias suprimieron las especializaciones y establecieron la única opción de “psicólogo general”. Solo dos o tres universidades se rebelaron y mantienen la carrera de Psicología Clínica. Supuestamente, la especialización sería una alternativa de posgrado o maestría, incluyendo la de clínica.

Pero no se puede regular lo que se ignora o desestima. Hoy resulta que no se han creado tantas opciones de posgrado en el país, y quienes pretenden iniciar una práctica clínica, porque siendo psicólogos generales realizaron una maestría clínica en universidades extranjeras principalmente, no pueden trabajar como psicólogos clínicos en el aparato de salud del Estado, porque “solo pueden quienes tengan título de pregrado como psicólogos clínicos”. Entonces, varias promociones nuevas no tienen trabajo… o ejercen la clínica privada con el temor constante de que les caiga la ley. Porque para vigilar y castigar a quienes queremos trabajar, nadie le gana al policial Estado ecuatoriano.

A esta trampa de doble vínculo se suma el que, a diferencia de los médicos, los psicólogos ecuatorianos han tenido muchas dificultades para constituirse como una federación nacional unida y efectiva en defensa de sus intereses. Hay muchas razones para ello, incluyendo algunas que son propias de la psicología y sus diferentes corrientes. Además, y esto afecta también a los médicos, vivimos los efectos de la política “goebbeliana” practicada por el Gobierno anterior, cuando decretó la no obligatoriedad de afiliarse al colegio profesional respectivo, para debilitar o eliminar las asociaciones que no podía controlar.

¿Hay alguna alternativa para los psicólogos generales que quieren dedicarse a la práctica clínica en el Ecuador sin ser perseguidos por el Estado? (O)