Llega febrero y la gente cambia su estado de ánimo. Aumentan las reservas para restaurantes junto a pedidos de flores o chocolates y los locales comerciales llenan de corazones rojos sus vitrinas, pero este mes también elegiremos mandatario para la nación, son dos temas distintos y es necesario no confundirse.

Recordemos que en San Valentín celebramos amor y amistad. Es una fecha que deseamos pasar en la compañía de quien amamos o de nuestros amigos cercanos con quienes compartimos risas y actividades divertidas, pero las elecciones presidenciales son otro concepto, no vamos a elegir novio, marido o mejor amigo; no tiene que ser simpático, gracioso o guapo, ni siquiera nos tiene que caer bien, pero debe ser alguien capaz de gobernar un país en desorden, atrapado por la corrupción mientras se ahoga en temas económicos y desempleo.

Por tanto, recordemos que estar enamorados es pensar con el corazón y respirar amor. Estamos en tal estado de obnubilación que hasta la voz de nuestra persona amada nos hace latir rápido el corazón o quitarnos el aliento de la emoción que nos despierta, pero cuando vamos a elegir un presidente, debemos pensar con la razón y buscar un estadista que sepa manejar el país como si fuera una empresa que debe rescatar en medio del caos que vivimos. Alguien que devuelva la esperanza de progreso en libertad, amparados con la seguridad que nos brinda la dolarización para ser competitivos en el mercado internacional y bajar nuestra calificación de riesgo país.

También es necesario recordar que durante el noviazgo y luego de que ha pasado un tiempo que varía según cada pareja, llega ese momento al que muchos le temen y otros anhelan: firmar un papel y comprometer su vida junto a otra persona, irse a vivir juntos o en caso de que las cosas se hayan desgastado, separarse. Es una decisión difícil que cambia la vida de dos, pero mañana cuando estemos con la papeleta frente a nosotros y la pluma en la mano, recordemos que una raya en ese papel cambiará nuestra vida y la de todos los demás, aquí no habrá divorcio que nos salve y cuando nos arrepintamos, será muy tarde. Tampoco es recomendable huir de la responsabilidad votando nulo o blanco, es momento de volvernos amo de nuestro destino y votar.

En contraste, el amor es paciente y tolerante. La Biblia católica incluso habla de que el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta, pero repito, mañana no vamos a elegir un amor, sino un presidente que dirija la nación. Necesitamos a alguien que detenga el sufrimiento ciudadano por el desempleo y devuelva la confianza a una población que no cree en políticos, pero anhela un cambio positivo que traiga bienestar económico, social y educativo para los ecuatorianos. Es momento de decidir, recuerde que no votar es dejar que otro decida por usted, no lo permitamos.

Vivimos una situación extrema y que dependemos de los resultados de estas elecciones. Mañana elegiremos el destino, y su voto es el boleto. Me quedo con la frase de Martin Luther King: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”. (O)