En la Costa ecuatoriana, durante 4 meses (enero-abril), se produce el 95 % de las lluvias y el resto del año padecemos la escasez del líquido vital.

Adicionalmente, en Santo Domingo de los Tsáchilas llueve más de 3.000 milímetros por año, y en Salinas, 50 milímetros por año, razón por la cual el aprovechamiento de los recursos hídricos se fundamenta en la realización de grandes obras de infraestructura que mejore esta situación que denomino desequilibrio natural en tiempo y espacio. La Costa padeció de sequía por 30 años, la más prolongada del siglo XX, y agravó la migración del campo a la ciudad. Para entonces, en 1953, se había construido la Toma de Agua Potable a 26 kilómetros al norte de Guayaquil, en el río Daule, cuando la ciudad tenía 300.000 habitantes. En 1968, el año más crítico de la sequía, los ríos se secaron y en Guayaquil se tomaba agua salobre; no había agua para uso agrícola. En ese periodo se produjo un evento extremo de origen oceánico –hidro– meteorológico– por 17 veces con fuertes lluvias, inundaciones, erosión, etc., conocido a partir de 1982 como fenómeno de El Niño (pero por crónicas españolas y estudios arqueológicos, biológicos, se dice que la edad de El Niño es de 3 millones de años); y se aceleró la construcción de los embalses El Azúcar, Paján, Poza Honda, La Esperanza y Daule Peripa, y los trasvases hacia la península de Santa Elena y Manabí que atenuaron los efectos de ese desequilibrio. También tenemos el trasvase Daule-Vinces, de casi 8 años de construido, y no está operativo por razones desconocidas. Se privilegiaron los proyectos de control de inundaciones en los ríos Chimbo, Bulu Bulu, Naranjal. Es necesario retomar el aprovechamiento de los grandes recursos hídricos con que cuenta el país para mejorar estos desequilibrios naturales y aprender la lección que nos ha dado la historia para enfrentar los desastres. (O)

Jacinto Rivero Solórzano, ingeniero civil, Guayaquil