El pueblo sabio ha dado a llamar a los partidos y movimientos políticos que no tienen opciones a captar las primeras magistraturas del Estado, con la denominación de chimbadores.

Estos partidos y movimientos en nuestro país son numerosos y en cada proceso electoral se aprestan de manera acelerada a buscar de una u otra manera alianzas, objetivo primario aun cuando son dispares sus ideologías e intereses. No cuestionan y no les importa que no les cuestionen los principios y métodos para llegar a esa unión, o que sea dogmatismo puro, ya que tratan de lograr contar con la aprobación del CNE, Consejo Nacional Electoral, y que les den cabida en las nóminas de las listas de los partidos y así postularse para la presidencia, vicepresidencia o a una curul de las 137 en disputa. Es ese el sueño ideal sabiéndose que cada quien jala para su molino. Viene la componenda, el cabildeo, la puja, tal como se oferta cualquier mercancía barata con muchos ofertantes. Entre menos adeptos y menos figuras de relieves intelectual, político y social tenga un partido o movimiento, se les acortan las posibilidades de ser aceptados en alianzas y de tener mayor tajada de la torta. Para evitarse un fracaso en sus pretensiones, se fusionan entre varios partidos y movimientos débiles en arrastre popular, que en cada proceso electoral corren el peligro de perder sus puestos o membretes dentro del casillero del CNE. Por la ley de partidos y movimientos, por no alcanzar los mínimos requeridos de votos y, por supuesto, de denominaciones de autoridades, a fin de evitarse ese colapso empresarial, perdón, electoral, y por el peligro latente de ser suprimidos como contendientes electivos del mapa político del país, se escudan o refugian en alianzas que los hacen partícipes de relativos triunfos de la lista representativa. Otra estrategia de los partidos y movimientos chimbadores por supuesto non sancta, consiste en hacer una orquestada contra, con razón y sin razón, hacia el partido o candidato que se perfila como triunfador y así hemos sido testigos de cómo candidatos sin opción para alcanzar la primera magistratura, en los debates políticos que organiza el CNE y que son de obligada participación, muy poco se encargan de difundir sus postulados o planes en pro del país, o de sus méritos y sus nobles aspiraciones, si no vemos que van a atacar, denigrar entre más al mejor al posible ganador de la lid electoral. (O)

César Antonio Jijón, Daule