El llamado de atención de la OEA tuvo una actitud de medir la culpabilidad del Ecuador a la respuesta dada por el Gobierno, frente a la equivocada decisión de conceder asilo al convicto exvicepresidente, que por sus delitos previos debería haber sido condenado como traidor a la patria. Por otro lado, llama la atención que se conceda la razón al Gobierno mexicano, que ha sido muy complaciente con los regímenes latinoamericanos que violan en forma rutinaria los derechos humanos.

Cuando se ingresó a la embajada mexicana, esta mantuvo por casi cuatro meses la calidad de huésped al convicto Glas, lo que demuestra que la embajada no le concedió de inmediato el asilo, porque con seguridad no existía el respaldo de lo correcto, y este se dio a último momento, cuando en forma provocativa el presidente de México levantó una calumniosa denuncia y el Gobierno ecuatoriano se vio obligado a través de su Cancillería a ejecutar su enérgica protesta.

Hay que defender a nuestro presidente

Es repudiable la decisión del cambio ejecutado de huésped a la condición de asilo, pero es más repudiable la intromisión del expresidente Rafael Correa, que en pocas horas agredió a nuestro país con arrogancia mal disimulada. Si esto no constituye traición a la patria, hay que regresarlo a los primeros años de escuela para que estudie los principios cívicos y morales que se le han olvidado.

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Me pregunto: ¿qué podemos esperar, por otro lado, de un presidente como Andrés Manuel López Obrador, que proclama que para defender a su patria de la delincuencia y el narcotráfico se deben dar “abrazos y no balazos”? Llama la atención el servilismo de políticos del país que se agrupan detrás de esta persona, adoptando un servilismo nunca antes visto. (O)

Pedro Benjamín Posligua, médico neuropsiquiatra, Guayaquil