El 28 de agosto de 1963, Martin Luther King dio el famoso discurso ‘Tengo un sueño’. Han pasado 60 años desde que dijo: “Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.

Es importante preguntarse si hoy en día en un mundo más globalizado y con el avance de algunos derechos, el anhelo de King se ha hecho realidad. Habría que cuestionar si los afrodescendientes del Ecuador vivimos en un país sin racismo, si recibimos el mismo trato que nuestros hermanos blancos, si se nos abren las mismas oportunidades y puertas. No soy de las personas que se quejan o buscan compasión de los demás. Al contrario, mi forma de ver la vida me permite identificar los obstáculos como oportunidades para esforzarme, brillar y salir adelante. Pero es innegable que a mí –mujer afrodescendiente y sin grandes recursos económicos– me ha costado diez veces más lograr mis sueños y alcanzar mis metas. Es indiscutible ver cómo a mi color de piel generalmente lo llenan de estereotipos como que todos los que son de dicho color, son ladrones o no son inteligentes, solo saben bailar salsa, solo pueden ser futbolistas. Es innegable que cuando se es negro es más probable que te pare la policía o la gente se asuste cuando caminas a su lado pensando que puedes ser delincuente. A propósito, vimos el video viral en las redes, de Christopher, de 22 años, estudiante ecuatoriano universitario afrodescendiente; el 29 de mayo de 2023 fue vulnerado en sus derechos en un operativo militar y su imagen expuesta como si fuera un delincuente. Como mujer afrodescendiente elevo mi protesta. En pleno siglo XXI, en un país multirracial y pluricultural como Ecuador, no debería suceder algo así, que seamos juzgados por el color de la piel. Hago un llamado a la ciudadanía, todos somos iguales en dignidad y derechos. Esa dignidad no tiene raza ni color, es intrínseca a los seres humanos y viene de Dios. Nadie tiene derecho a minimizar, tratar mal, discriminar a otro.

Todos debemos ser tratados con igualdad y respeto, y solo nuestros actos y carácter deben juzgar nuestro camino. Yo también tengo un sueño, que en pleno siglo XXI, después de 60 años, que se cumpla el sueño de Martin Luther King, de una sociedad con principios, igualdad, justicia, reconocimiento a los derechos afroamericanos. (O)

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Eliana Génesis Mejía Reasco, abogada, Guayaquil