La belleza de la naturaleza es un cuadro mágico que se presenta, se siente y se vive en ella y con ella.

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Quién no ha visto o no sabe que sobre las montañas vuelan cóndores y águilas, de ahí bajan ríos qué van a la mar, canta el jilguero y alegra la vida, cae la lluvia y refresca el alma, bailan las ramas de los árboles y caen la hojas como suaves plumas de pájaros alegres en sus nidos, el viento se mueve y susurra por la ventana, los rayos del sol alumbran y dan calor, las olas del mar forman espumas de sal y bañan las playas, las nubes bailan con el viento y juegan formando las más bellas figuras que nuestros ojos pueden ver y la magia se apodera de nuestro ser.

Todo lo que nos rodea es naturaleza viva, está frente a nosotros y no la vemos. Somos indolentes ante la magnífica creación de Dios, debemos cuidar esta tierra hermosa.

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Solo cuando el cambio en la naturaleza es fuerte y peligroso ahí lo sentimos y nos quejamos porque hay mucho sol, o porque llueve demasiado o por el calor; debemos darnos cuenta de que este cambio es un desequilibrio de la naturaleza por el calentamiento global causado por la mala forma de vida del hombre. Los plásticos inundan mares y ríos, la tala de árboles, deforestación, erosión de los suelos, asentamientos de casa en lugares indebidos, contaminación ambiental.

¡Despierta y mira a tu alrededor! Mira lo bello de la vida, el aire que respiras, el alimento y fruto que llega a tu mesa gracias a la madre naturaleza.

Nuestros desastres naturales

Hay que tomar conciencia de la gran importancia de los árboles y llenar de color verde campos y ciudades que representan purificación del aire y producción de alimentos. Así evitar que el calentamiento global aumente y dé como resultado fenómenos atmosféricos y meteorológicos catastróficos que ponen en peligro a las personas. (O)

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Alicia de Jesús Carriel Salazar, docente, Guayaquil