La presente misiva atañe a un asunto de interés público: es indispensable que el día viernes 31 de diciembre, el Gobierno nacional declare toque de queda a partir de las 12:00 del meridiano, obviamente con la finalidad de preservar la vida de la población ante lo real de un rebrote de COVID–19, que podría alcanzar un considerable espectro, y porque la nueva mutación que se denomina ómicron es aún más peligrosa.
Los noticiarios de los medios de comunicación del lunes 20 de diciembre son claros y coincidentes en señalar lo que está ocurriendo. Aunque la propagación de aquella enfermedad letal se detuviera en el nivel donde se halla hoy, ya habría originado un riesgo de gran magnitud; no obstante, los días venideros y el comportamiento de nuestra gente nos obligan a presagiar hondas consecuencias. La fuerza de la tradición, el legítimo interés de liberar tensiones, y el comprensible afán de la diversión, nos llevarían de modo inevitable a enfrentarnos a una muy triste realidad hacia mediados de enero de 2022. Conocemos la manera de pensar y actuar que nos caracteriza, por eso no es difícil imaginar que las advertencias caerían en el vacío.
El gobernante del país debe estar preparado en circunstancias singulares, para tomar decisiones contrarias a lo que quisiera la colectividad. El temperamento lastimero es inaceptable cuando se precisa el enfrentamiento a un escenario difícil que pudiera afectar gravemente al conglomerado. El cumplimiento del deber no puede estar sujeto a sentimentalismos. (O)
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Jacinto Velázquez Herrera, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil