Usar malas palabras en una conversación no es nuevo, siempre se han dicho, lo inusual es que antes no eran tan notorias ni estaban normalizadas como ahora. Se las mencionaba entre amigos o compañeros en fiestas y reuniones. Hoy se utilizan a diestra y siniestra, sin importar si las oyen niños, jóvenes o adultos. En muchos hogares es algo común y, sin darse cuenta, los padres permiten que sus hijos crucen esa línea tan delgada llamada respeto.
La ideología del sentido común en la gestión gubernamental
Estas palabras se han vuelto tan coloquiales que a muchos extranjeros es lo primero que les enseñan o aprenden. Ahora las escuchamos en conversaciones de todo tipo: en canciones, en programas televisivos, en la boca de políticos e incluso –dicen– que es “típico de los guayacos”. Y cómo no mencionar los pódcast, en los que cualquier joven con un micrófono se cree con derecho a vociferar lo que se le ocurre, sin pensar en el impacto que pueda causar. Y quienes los critican son vistos como acomplejados.
¿Desde cuándo la vulgaridad y el irrespeto se pusieron de moda? ¿En qué momento nos convertimos en cómplices de esta tendencia?
Publicidad
Durán: vivir entre balas y guardar silencio
Dicen que de tanto repetir algo se vuelve costumbre… Entonces, ¿por qué no poner en boga expresarse correctamente? ¿Por qué no convertir en hábito el buen uso del lenguaje? (O)
Jessica Orrala Delgado, comunicadora social, Guayaquil