Mientras Ecuador busca una salida sostenible a sus desafíos sociales más profundos: pobreza, desigualdad, exclusión territorial y desempleo juvenil, la clave no está únicamente en el interior de nuestras fronteras. La solución está también afuera: en los programas internacionales que ya existen, que ya funcionan, y que están listos para ser aliados estratégicos del país. Lo que Ecuador necesita no es inventar la rueda, sino conectar su política social con las soluciones que el mundo ya ha probado con éxito.
Un nuevo enfoque de desarrollo social, respaldado por un diagnóstico técnico actualizado, ha identificado claramente nuestras prioridades: reformar el sistema fiscal para que sea más justo, ampliar el acceso a la salud y educación de calidad, conectar a las escuelas rurales con el mundo digital, generar empleo juvenil y fortalecer la economía local.
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Pero estos no son sueños sueltos. Son objetivos perfectamente alineables con programas internacionales ya implementados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Banco Internacional de Desarrollo (BID), Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
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¿Queremos que cada joven ecuatoriano tenga su primer empleo formal? La OIT ya tiene el programa. ¿Queremos garantizar la conectividad educativa en la Amazonía? El sistema GIGA de Unicef e ITU lo hace. ¿Queremos mejorar la nutrición infantil en comunidades rurales? El Programa Mundial de Alimentos tiene décadas de experiencia. ¿Queremos una economía solidaria que funcione desde el territorio? La FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD) y el BID han financiado ese modelo con éxito en países vecinos.
No se trata de buscar recetas externas. Se trata de hacer alianzas inteligentes. De integrar esfuerzos. De traer al Ecuador los recursos financieros, técnicos y humanos que ya han transformado vidas en otras latitudes.
Es hora de que nuestra política pública social deje de improvisar y empiece a planificar con visión global y ejecución local. Eso implica una hoja de ruta clara: vincular cada eje de acción: educación, salud, empleo, equidad territorial, con un programa internacional existente y adaptarlo a nuestras realidades. Implica también saber pedir ayuda, con dignidad y estrategia, como lo hacen los países que avanzan.
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La buena noticia es que no estamos solos, ni debemos empezar de cero. Si Ecuador construye esta política social de Estado con inteligencia internacional, podrá transformar el futuro con más velocidad, eficacia y equidad.
Debemos comprender que el desarrollo no se improvisa: se diseña, se aprende y se construye en red. (O)
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Jorge Ortiz Merchán, máster en Economía y Políticas Públicas, Durán