Ante la urna electoral teniendo presente que en ella depositamos el destino del pueblo, ceremoniosamente debemos meditar formulándonos esta pregunta con amor de patria: ¿voy a sufragar con responsabilidad y compromiso para que tengamos una convivencia mejor, digna del ser humano y acorde a los tiempos actuales, en especial las clases marginadas?
Existiendo disconformidad con los dos últimos gobiernos, que poco o nada realizaron a favor del pueblo, esto nos obliga a ser cuidadosos al momento de votar, poniendo interés y precaución en cada una de las preguntas; por eso, es importante estudiarlas detenidamente, no solo lo que consta en el cuestionario o papeleta que depositaremos en las urnas, sino también los anexos, que vendrían a ser algo similar a las letras chiquitas de un contrato.
El presidente haría muy bien en explicar los pros que considera de las once preguntas y no solo pedir el apoyo de manera seca y directa. Los contras llegarían de las opiniones de los ciudadanos que luego, con los resultados, se convierten en beneficiarios o víctimas.
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Siempre invocamos que vivimos en un país libre y democrático, en palabras suena bonito, pero en la práctica lo que se aprecia es que tenemos un pueblo desorientado e inclinado por voluntad propia a ser manipulado, por eso es poseedor de carencias sociales en el área de salud, educación y trabajo, teniendo una retahíla de aspiraciones postergadas que los conducen al atraso. Pero se consuelan con la cotidianidad del apretujamiento de unas condiciones deplorables de vida, porque eso conocen y así se han mantenido, eso es saboreado como una existencia o forma de vida conformista.
En esta nueva consulta y referéndum, no se están sopesando dos sistemas de gobernar, sino el de imponer lo que el oficialismo cree que es el buen camino para su gestión, aspirando a tener un país ya limpio, sin estorbos.
Finalmente, la pregunta del millón es: ¿será el pueblo el ganador este 21 de abril? (O)
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César Antonio Jijón Sánchez, técnico de mantenimiento, Daule