El 13 de abril marcó una jornada muy importante para Ecuador. A través de las urnas, la ciudadanía ejerció su derecho soberano, confiando en una persona para liderar el destino del país en un momento complejo, pero que a la vez también puede estar lleno de posibilidades.
Más allá de nombres, colores o partidos políticos, lo que se impone en este instante es la responsabilidad histórica que asume quien ha sido electo: la de guiar a una nación en un momento de su historia muy crítico, nación que clama por seguridad, estabilidad, desarrollo y esperanza.
Los desafíos no son menores. Ecuador enfrenta una profunda crisis de seguridad, una economía que necesita impulso y reformas estructurales, una institucionalidad desgastada por episodios de corrupción durante décadas y un tejido social herido por la desigualdad, inseguridad y la desconfianza. Y si el próximo Gobierno no hace las cosas bien, podríamos terminar peor que Haití. Pero también hay luz al final: una ciudadanía activa y emprendedora, una juventud que empuja por el cambio, una riqueza cultural y natural que sigue siendo nuestro mayor tesoro.
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El dictador Maduro y el Esequibo
Este nuevo Gobierno tiene la oportunidad y el deber de iniciar una etapa de diálogo nacional. No se trata de gobernar desde la imposición, sino de construir consensos, de escuchar incluso a quienes no votaron por quien ha sido elegido, y de entender que el poder solo cobra sentido si se ejerce al servicio del bien común y no para un puñado de privilegiados y malos ciudadanos.
La democracia no termina con la jornada electoral. Requiere vigilancia, participación y un compromiso diario de todas y todos. Por ello, estaremos atentos, exigentes, críticos cuando sea necesario, pero también dispuestos a reconocer los avances y apoyar lo que beneficie al país.
Ecuador necesita liderazgo, sí, pero también humildad y honestidad por parte de quienes gobiernan. Necesita firmeza implacable para los que delinquen, pero con justicia. Necesita decisiones audaces, pero sustentadas en la ética y el respeto a los derechos humanos. Y, sobre todo, necesita que quien recibe el encargo del pueblo no olvide nunca que gobernar es servir.
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Que este nuevo capítulo que comienza sea escrito con valentía, honradez, respeto, sabiduría y visión de futuro. El pueblo lo merece. (O)
Pedro Javier Triviño Rodríguez, biólogo, Barcelona, España