Las conversaciones que se mantienen dentro de los medios de transporte públicos son un filtro de la realidad política del país. Los conductores en esencia, además de su conocimiento propio y el análisis de la realidad que vive su sector, suelen escuchar la de miles de pasajeros que transportan. En ocasiones he escuchado comentarios que denotan la falta de interés, pero sobre todo la desilusión que posee la clase obrera en creer en los políticos. Por ejemplo, algunos comentarios típicos son: “Ya ni el holocausto podrá acabar con los políticos”, “Da igual, si el que tiene que resolver soy yo”, entre otras.
Se me ocurre pensar en un paso intermedio antes de que exista un ‘holocausto’ que cambie al país, sus políticos y sus sistemas de gobierno como tal. El día de hoy me enfocaré en una minúscula parte del problema que encara directamente al pueblo, al usuario de aquellos sistemas públicos, que desde lo mínimo son ineficientes y por demás burocráticos. Digamos entonces que el régimen ecuatoriano presenta debilidades institucionales y administrativas que obstaculizan los procesos de desempeño adecuado en el servicio público, pues la ineficiencia, la indecencia y el bajo rendimiento de las operaciones han generado malestar y desconfianza en los usuarios de estos servicios. En Ecuador, la reconstrucción de la capacidad operativa de los servicios públicos es todavía distante, pues medianamente se ha tratado de subsanar el abandono a la rectificación y reconstrucción de la administración pública.
Es fundamental entonces dar un giro de timón e implementar herramientas tecnológicas innovadoras que transformen profundamente la gestión pública, con la finalidad de brindar servicios de calidad, mas no improvisadores y prestadores de servicios ineficientes. Las soluciones impulsadas por la IA aportan un servicio personalizado capaz de satisfacer las demandas y necesidades centradas en los ciudadanos en tiempo real. Según los datos publicados por el Índice de Percepción de Calidad de los Servicios Públicos, expuestos en redacción periodística por diversas fuentes, para este año los ecuatorianos califican con 5,6 puntos sobre 10 los servicios públicos del país, la peor nota desde junio de 2017, alejándose así de la meta de 8/10 a alcanzar en 2025.
Los ecuatorianos de entre 45 y 64 años son quienes peor calificación otorgan a los servicios públicos (5,4/10), mientras que en los jóvenes de 16 a 29, esta percepción mejora levemente, aunque se mantiene menor a los 6 puntos (5,92/10). Los ecuatorianos asumen que la administración pública presenta graves problemas, como el manejo de inventarios, falta de capacitación, limitada modernización, entre otros. La poca credibilidad sobre la administración pública ecuatoriana se debe a que existen poblaciones con altísimas necesidades insatisfechas. En este escenario influyen el recorte de presupuesto y los actos de corrupción que limitan la calidad de los servicios.
¿Cree usted, estimado lector, que para cambiar el sistema debería la IA tomar algunas decisiones en vez de una persona? ¿Habría trámites rápidos? ¿Menos jueces corruptos? ¿Menos gasto estatal? (O)