Hoy, una semana después de haber empezado el 2023, todavía escucho personas confiadas en que, luego de cumplir las cábalas de fin de año, todo se les dará como una especie de magia cósmica en una suerte de azar a su favor; otros, en cambio, están empeñados en una renovación integral, pero ¿cómo sería este año si en lugar de cambiarlo todo reparamos aquello que todavía tiene salvación?, ¿qué tal si esta vez dejamos de desear lucir otro cuerpo, tener otra casa y vivir en otro lugar, para empezar a mirar bonito la imagen del espejo mientras agradecemos el hoy y ahora?, ¿y si esta vez, en lugar de empeñarnos en ser parecidos a los demás, empezamos a conocernos y aceptarnos?, ¿qué pasaría si dejamos de esforzarnos en aparentar ser seres de luz y nos enfrentamos honestamente con nuestra oscuridad?

En consecuencia, siento que vivimos tiempos complicados, egoístas y mezquinos, donde la competencia es virtual y se busca constantemente demostrar tener una vida “ideal”, donde amor, dinero y felicidad son componentes constantes. Últimamente, he visto un desfile de imágenes y frases de gente que en redes sociales aparenta estar feliz y enamorada, aunque en la vida real, sus acciones se oponen al contenido de Instagram. Imagino que debe ser desgastante el ejercicio de promover una vida para el público, pero vivir una muy distinta en privado y lejos de las fotos. Supongo que la civilización del espectáculo nos empuja a vivir en un show constante en el que el público son los virtuales seguidores, quienes se convierten en lapidarios jueces, que premian o castigan con un like del que terminamos siendo esclavos dependientes, buscando una constante validación.

... este año que empieza, lo siento como el momento de obligarme a tener el valor para mirar dentro de mí.

En contraste, verme a pocos años de cumplir 50 hace que el caleidoscopio con el que observo la vida haya cambiado sus colores y las cosas que durante mucho tiempo me parecieron valiosas, hoy carecen de importancia. El paso de los años nos hace caminar, pensar, hablar y actuar más pausado. Descubrimos que la felicidad no existe como tal, sino más bien como un cúmulo de momentos alegres o placenteros que nos hacen sentir bien. Entendemos que la paz trae bienestar, y tenerla, es la mejor forma de ser feliz. Aceptamos que hay situaciones que se mantendrán inalterables a pesar del paso del tiempo y comprendemos que las personas no cambian, simplemente, las aceptamos como son, o nos alejamos si afecta nuestra paz mental, pero el esfuerzo por tratar de generar una transformación solo nos desgastará sin generar ningún fruto.

La mujer que se dedicó a ser amable todos los días durante un año

De esta manera, este año que empieza lo siento como el momento de obligarme a tener el valor para mirar dentro de mí. He decidido enfrentarme a mis mayores temores para que pierdan el poder que tienen todavía sobre mí. Sé que me espera un camino pedregoso y que habrá días en los que presa del miedo querré volver a mi zona de confort, pero estoy determinada a llegar al momento en que eso que hoy me debilita se convierta en algo con lo que pueda convivir en paz. Finalmente me quedo con las palabras de Marie Curie: “Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos”. (O)