Dicen que mastica cerca de veinte chicles de menta en cada partido. Lo hace desde que se prohibió fumar en los banquillos de los estadios. Mastica con cierto sentido estoico, como si al hacerlo un proceso de alquimia estuviese en marcha, uno en el cual el método de su cerebro se impone a los impulsos. La calma vence a la tensión y a las emociones. Sus ojos no se despegan de la cancha. Sería un error decir que no se despegan de la pelota, porque él no está para esas trampas. Su visión es panorámica, incluso multidimensional. Quizá por eso Carlo Ancelotti, a sus 64 años, mantiene siempre la ceja derecha levantada: con el ojo izquierdo examina meticulosamente el presente, pero con el derecho mira el pedazo de césped en donde sucederá el futuro. Es decir, su jugada maestra.

‘Todos nos daban por muertos, pero el Madrid nunca muere’, dice Carlo Ancelotti, DT merengue, tras eliminar al Manchester City de Champions League

El glorioso Real Madrid, que él dirige, se va a los penales con el Manchester City, el campeón vigente de la Champions League. Ancelotti decide que el primer tiro venga desde su máximo símbolo de magia y tenacidad: Luka Modrić. Y Modrić, el mítico jugador croata que realza al fútbol con su presencia, falla. Pep Guardiola celebra conmovido. El portero ucraniano Andriy Lunin entiende que a partir de ese instante el futuro, que Ancelotti invoca con todas sus fuerzas desde el área técnica, está en sus manos. Y ahora él deberá ser el símbolo. Y tapa dos penales. La personalidad arrasadora de Bellingham, la templanza de Lucas Vázquez, el liderazgo firme de Nacho y el sentido histórico de Rüdiger hacen lo suyo. El City está afuera.

Es también una actitud ante la vida. La serenidad a toda prueba, ya sea en el triunfo o la derrota.

Minutos antes, Ancelotti observó con distancia los penales como si de la batalla de Austerlitz se tratara. Sin perder la calma o la concentración, caminó por el pasto. Masticó su chicle. Alzó su ceja. Y confió en la estrategia que había diseñado. Su equipo debía resistir al Manchester City durante 120 minutos, en su propia casa, tras el doloroso empate en el Santiago Bernabéu. La serena sabiduría de Ancelotti, enfrentada a la idea de fútbol total de Guardiola, había activado una estrategia definitiva, que era su última esperanza. Pero ningún resultado en el fútbol, como en la vida, nace necesariamente de un plan fríamente calculado. Por eso Ancelotti camina sobre el pasto de Inglaterra, donde nació este deporte, y come un chicle. Sabe que más allá del plan y del talento de sus muchachos, debían ser capaces de la magia.

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“Es esta camiseta que exige este tipo de compromisos”, dice tranquilo a los medios Carletto, como le llamaban cuando era un joven jugador en el Parma FC. Sus declaraciones suelen ser simples y concretas. No da vueltas ni sufre con las palabras: “Todo el mundo le daba al Real Madrid por muerto en esta eliminatoria. Seguimos”. Sonríe. Dice que tomará una cerveza. Es el único director técnico cuatro veces ganador de la Champions League y las cinco ligas europeas (España, Italia, Alemania, Inglaterra y Francia). El que alcanzó la décima para el Rey de Europa. El que, tras el triplete de Zinédine Zidane, logró además la decimocuarta. Es también una actitud ante la vida. La serenidad a toda prueba, ya sea en el triunfo o la derrota. (O)