Los días de asueto son buenos para reencontrar el sentido profundo de la vida si tenemos la posibilidad de recuperar un poco de fuerzas en medio del marasmo colectivo. Cada uno busca o adapta maneras posibles. En nuestro caso fuimos al cine a ver Arthur. Nuestro grupo ama los animales y la historia conmovedora de ese perro vagabundo y selectivo, la empatía con el dueño que eligió y todos los actos que desencadenó eran un poderoso imán para sentarnos en una sala fresca, rodeados de gente joven. En mi caso sentí que era más una película sobre el equipo de competencias extremas y sus desafíos, que sobre Arthur y sus elecciones. Igual se convirtió en excelente tema para conversaciones y recuerdos. Todos tenían alguna anécdota que contar sobre los animales que comparten sus vidas.

Aprender a contemplar la vida en los espacios domésticos, es fuente de gozo y paz. Max, nuestro gato ama en las mañanas acostarse entre las hierbas y husmear el aire con olor a albahaca, menta y hierba luisa, mientras observa los primeros vuelos de los apetecidos colibríes. Ying Yang, su madre, es más intelectual, quiere desentrañar los misterios de la impresora, mete su pata por donde se ponen las hojas, luego por donde salen y desarma sus entrañas para ver la cinta interior y su movimiento, espía la tinta sin entender cómo funciona. Miska nunca se dejó engañar por el espejo, ella buscaba atrás de la imagen y detrás de la pantalla del televisor para descubrir quién se escondía para que ella viera la imagen que veía… Batuque, en cambio, amaba las navidades y el olor del pavi pollo recién horneado. Un hermoso ejemplar que presidía las fiestas navideñas con una manzana verde en sus entrañas desapareció de la mesa sin dejar rastro, provocando una búsqueda infructuosa y una compra urgente para hacer frente a los invitados. Batuque durmió cerca de tres días, con cara feliz y pelo brilloso, poco después se descubrió la manzana y algunos huesos ocultos.

Etoh disputaba el lugar de privilegio sobre una alfombra, pero le ganaba el lugar Zeus, Etoh ladraba con fuerza, Zeus abandonaba su lugar para proteger la casa, Etoh corría y se acostaba en la alfombra…

En la calle los canarios silvestres levantaron a un pichón que no sabía volar, cada padre sostuvo sus alas con sus picos y desaparecieron con él. Igual comportamiento observamos en negros finos, que defienden como misiles a sus crías.

Miska y Cleo no eran especialmente amigas, pero Miska logró hacerse respetar. Cuando un problema congénito hizo que falleciera muy joven, Cleo se sentó a llorar sobre su tumba y escarbaba para sacarla, estuvo tres días sin comer acostada en ese espacio.

Cuñatai tenía siempre gatitos que se repartían entre el vecindario. Cuando descubrió donde estaba uno de ellos desde el techo maullaba y botaba en el patio la comida que llevaba en su trompa para que su hija comiera.

La pura simplicidad nos hace bien, nos sana y nos conmueve, nos apacigua y nos enseña a sentir de una manera más real, nos lleva a aceptar la vida en sus diferentes manifestaciones. Sin darnos cuenta vamos encontrando nuestra propia verdad, nos hacemos sobrios de palabras y gestos, menos amargos y más vulnerables, más vitales, más solidarios, indefensos, pero más fuertes. ¿Más humanos? (O)