Como diría una expresión popular, parecía que Ecuador se la sacó barata esta vez. El Consejo Permanente de la OEA apenas le dio un tirón de orejas. Pero, como se podía suponer, era poco probable que el Gobierno mexicano quedara satisfecho con esa resolución. Por ello, de inmediato presentó una demanda en la Corte Internacional de Justicia, en la que, entre otras medidas, pide que se suspenda a Ecuador como miembro de la ONU hasta que emita una declaración pública de disculpas. En síntesis, los problemas recién comenzaron y lo más duro está por venir.

A este punto se llegó por una cadena de equivocaciones y violaciones de procedimientos de lado y lado. La mayor parte de análisis se han centrado en las acciones arteras e ilegales del Gobierno mexicano, pero si queremos contar con argumentos sólidos para la defensa del Estado ecuatoriano es necesario reconocer la cadena de errores propios y asumirlos para no repetirlos. Para ello caben algunas preguntas.

Para comenzar, ¿se presentó de inmediato la protesta por la aceptación de un sentenciado en la embajada y se siguieron todos los procedimientos diplomáticos correspondientes? ¿Se informó al Gobierno mexicano sobre la vinculación de Glas con los delitos de corrupción y la relación con el narcotráfico que se demuestran en los casos Metástasis y Purga? ¿Se agotaron los medios diplomáticos para lograr la entrega del prontuariado o solamente se limitó a solicitar la entrada a la embajada, sabiendo que sería negada aludiendo a la extraterritorialidad de esa sede? ¿Se previó a tiempo la posibilidad de que se le concediera el asilo? ¿Por qué se le dio tanta importancia a la declaración balbuceada por el presidente mexicano? ¿A qué obedeció la precipitación al calificar a la embajadora como persona no grata, si podía hacerse una fuerte nota de protesta y no perder el canal de comunicación? ¿No hubo alguien que advirtiera sobre lo que significa invadir una embajada, violar principios básicos del derecho internacional y las consecuencias que esto tendría para el país?

Algunos especialistas en relaciones internacionales proporcionan dos respuestas a esas preguntas bajo la forma de hipótesis. La primera sostiene que la lentitud en reaccionar se debió al interés por preservar la alianza con el correísmo. Demostrar la verdadera condición de Glas ante el Gobierno mexicano habría producido la ruptura con un socio que hasta ese momento le había resultado muy útil. La segunda hipótesis es que las acciones se precipitaron cuando el Gobierno nacional se percató del efecto negativo que iba a tener su actuación en la consulta popular y en la reelección. En síntesis, la política interna habría determinado las acciones en un caso de política internacional sumamente delicado. Esa sería la causa para la configuración de un timming negativo, que desembocó en la pérdida del socio para el Gobierno y en una situación desastrosa para el país.

Obviamente, hay más hipótesis, pero no cabe desechar las señaladas, ya que apuntan a los errores propios, que son los que se pueden corregir. Cualquiera que fuera la explicación, lo adecuado es no ampararse en el patrioterismo que coloca toda la responsabilidad en el mandatario mexicano. Si queremos recuperar la imagen en el contexto internacional debemos enmendar los errores propios. (O)