La atención política a la región está dedicada en gran medida a los resultados electorales de Perú, en donde con el conteo de votos al 100 %, Pedro Castillo supera con algo más de 40.000 votos a Keiko Fujimori, más allá de que todavía no se haya declarado a un ganador en virtud de las impugnaciones y los pedidos de nulidad de actas de votación; lógicamente esta situación de incertidumbre parece ir de la mano con la inestabilidad política que ha tenido Perú, toda vez que desde el 2016 han gobernado 4 presidentes. En todo caso, lo más seguro es que Castillo sea proclamado como nuevo presidente con todas las interrogantes que su ascenso al poder plantea.

Lo cierto es que Castillo terminó siendo una total sorpresa electoral, toda vez que semanas antes de la primera vuelta electoral era un candidato que no pasaba del 3 % de respaldo habiendo su candidatura crecido en pocos días, a lo que se sumó el hecho de la importante fragmentación del voto presidencial, circunstancia que permitió a Castillo nivelar y alcanzar posiciones estelares. Castillo tuvo cierta figuración pública cuando hace casi 4 años lideró una huelga de maestros, pero en realidad nadie esperaba que un maestro de escuela rural “a lomo de un caballo y bajo un sombrero de paja de ala ancha” llegue a las puertas de la Presidencia con el lema “basta ya de pobres en un país rico”, incorporando conceptos reivindicativos en un discurso sui géneris en el que si bien recoge propuestas de izquierda, incluye también otros conceptos apadrinados en la actualidad por la derecha, tales como el rechazo al matrimonio homosexual, a la eutanasia y consideraciones de ese tipo.

Uno de los comentarios que predomina en estos momentos es que las élites limeñas se encuentran realmente alarmadas ante la posibilidad cercana de que Castillo llegue a la Presidencia; sin embargo, de lo cual es muy probable que esa misma élite sea responsable indirecta del ascenso político de Castillo; por supuesto hay varios elementos en el caso del Perú que requieren lecturas e interpretaciones adicionales, entre ellas el fenómeno de la concentración política en Lima, el rechazo profundo al apellido Fujimori, pero quizás el elemento más gravitante fue el olvido del pueblo rural y del interior del país, lo que se puede entender conociendo la dinámica económica y social del Perú.

En esa línea y desde algún tiempo, se ha interpretado que la región de Lima y también la de la costa norte han dado la espalda por décadas a regiones andinas donde la mayoría de la población es rural y marginal, lo que a su vez evidencia el descontento social que debe ser tomado seriamente al momento de evaluar las posibilidades electorales.

Hay quienes dudan de que la elección de Castillo, si es que es proclamado presidente de Perú, constituya un viaje ideológico hacia una izquierda dura, sugiriendo en su lugar la realidad de la frustración social como factor fundamental al momento de entender el resultado electoral.

Si bien cada país tiene su propia lógica política, es indudable que en esta región el descontento social es relevante y decisivo, no solo para alcanzar el poder sino también para mantenerse en el mismo. (O)