La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán ha levantado un avispero.

La República Popular China (RPCh) ha criticado la visita, ha advertido que EE. UU. está “jugando con fuego”, y ha iniciado una serie de “ejercicios militares” en el estrecho que separa a Taiwán de China continental.

El gobierno comunista de la China tomó el poder en una revolución que culminó en 1949. Al mando del victorioso Partido Comunista de China estaba Mao Zedong, quien libró una guerra civil contra el gobierno nacionalista del Kuomintang, liderado por el generalísimo Chiang Kai-shek. El ejército nacionalista se refugió en la isla de Taiwán, en donde mantuvo un régimen dictatorial hasta los años 90, cuando se estableció una democracia multipartidista.

La República de China (nombre oficial de la isla) mantuvo la representación de la China en Naciones Unidas hasta 1971, cuando la ONU reconoció en su lugar a la RPCh. Gradualmente, los países que reconocían a Taiwán fueron menguando hasta disminuir a catorce. Participa de manera no oficial en entidades como la OMC, el Banco Asiático de Desarrollo y el Comité Olímpico.

EE. UU. estableció una alianza con Taiwán, y estuvo de facto en una guerra contra “voluntarios” chinos durante la guerra de Corea (tras la invasión de Corea del Norte a Corea del Sur), entre 1950 y 1953.

China atacó con fuego de artillería en 1958 a algunas de las islas taiwanesas más próximas al continente, pero no logró tomar control de territorio.

En 1979, EE. UU. cambió su reconocimiento también a la RPCh y suscribió una “Política de Una China”. No obstante, mantenía una “ambigüedad estratégica” con respecto a si defendería a Taiwán en caso de un ataque chino. EE. UU. también suscribió el “Acta de Relaciones con Taiwán”, que establecía que era su expectativa que el futuro de Taiwán se definiría de manera pacífica, y que vendería armas a Taiwán para que pudiera defenderse.

Durante su gobierno, Trump habló por teléfono con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen (del Partido Democrático Progresista, que busca una mayor soberanía), promovió la visita de funcionarios y la venta de armas.

El presidente Biden en unas declaraciones erráticas dijo que EE. UU. intervendría en defensa de Taiwán (violando la “ambigüedad estratégica”), aunque luego ratificó al presidente Xi que EE. UU. no apoyaría un cambio del statu quo ni acciones unilaterales.

Todo esto se da en el contexto de la invasión rusa a Ucrania. China está analizando las sanciones impuestas a Rusia, que han afectado severamente a la economía rusa. No obstante, dada la estrecha integración económica entre China y Occidente, sería difícil establecer sanciones similares contra China.

El economista Noah Smith establecía una comparación entre la alianza “occidental” (OTAN más Japón) contra un potencial eje chino-ruso, y concluía que sería el conflicto más parejo entre alianzas, en términos económicos, de capacidad industrial y fuerza militar (https://noahpinion.substack.com/p/the-war-economy-sizing-up-the-new). Un factor preocupante es que China concentra la capacidad de procesamiento de minerales que son claves para nuevas tecnologías: cobre, litio, níquel, cobalto y “tierras raras”.

Un conflicto directo sería también impensable por tratarse de potencias nucleares. (O)