Luego de más de cinco meses del “día de la liberación”, cuando el presidente Donald Trump anunció aranceles “recíprocos” a los proveedores de EE. UU., son visibles los impactos sobre socios comerciales, como China, la Unión Europea (UE) e India. Las consecuencias se manifiestan de dos maneras: la “destrucción de comercio”, que es una pérdida neta de intercambios por costos prohibitivos, y la “desviación de comercio”, por la que los flujos se redirigen a terceros países.

China sufrió una pérdida bruta anual de exportaciones de entre $ 80.000 millones y $105.000 millones, aunque redirigió más de $ 20.000 millones a mercados como la UE y el sudeste asiático. Estas cifras se deducen de reportes del National Bureau of Economic Research (NBER) y de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Además, China cambió cadenas de abasto a EE. UU., usando países como Vietnam para el ensamblaje final y eludir aranceles directos.

La UE disminuyó sus exportaciones a EE. UU. en los sectores de acero, aluminio y automotor. Un informe de la Comisión Europea estima un desvío de exportaciones de metales de la UE a otros mercados por $ 3.000 millones y una destrucción del comercio de metales por más de $ 2.700 millones. La UE, además, se convirtió en destino principal para bienes chinos desviados, lo que aumentó la competencia y provocó sobreoferta interna.

India sufrió un impacto de hasta $ 55.000 millones por pérdida de exportaciones, caída del PIB y presión sobre industrias nacionales de mano de obra intensiva (Christopher Wood, jefe global de Estrategia de Renta Variable del banco de inversión Jefferies, The Guardian). Industrias como camarón, textiles y joyería experimentaron destrucción de comercio. Por la dependencia del trabajo, el empleo fue muy afectado en estos sectores.

Los aranceles de EE. UU. beneficiaron a México, Vietnam y Taiwán, que capturan parte de la cuota de mercado perdida por China. De mantenerse esta tendencia, en lo estratégico, este shock arancelario provoca una transición desde el enfoque en la eficiencia de costos, con que fueron optimizadas las cadenas de suministros transnacionales tras décadas de globalización, hacia la regionalización, diversificación y resiliencia de estas cadenas, para mitigar riesgos geopolíticos.

Finalmente, Ecuador podría aprovechar la orden ejecutiva firmada el 5 de septiembre de 2025 por el presidente Trump. Esta establece que los “socios alineados” puedan negociar “acuerdos comerciales marco” para reducir a cero los aranceles recíprocos a clasificaciones específicas. Su listado incluye productos de gran interés para Ecuador, como banano, plátano, flores cortadas, atún, cacao y café. A cambio, EE. UU. requerirá apertura comercial a sus exportaciones, por sus metas de creación de empleo y reducción del déficit comercial. Que este acuerdo traiga un impacto positivo en el empleo en Ecuador, con base en el aumento de las exportaciones. A la vez se anhela que la institucionalidad para el fomento productivo pueda servir eficazmente a las cadenas productivas de mercado interno que se vieren afectadas. (O)