Hay opiniones que sugieren que el presidente electo, Daniel Noboa, utilice como guía de gestión el interinato de Clemente Yerovi Indaburu, quien en apenas ocho meses tuvo la oportunidad de ejercer el poder de forma notable; Yerovi es efectivamente un personaje de nuestra historia, posiblemente desconocido por la gran mayoría de ecuatorianos en la actualidad. ¿Pero qué fue lo que hizo tan loable la gestión de Yerovi y cómo pudo en tan poco tiempo gestionar el poder de una manera tan eficiente? En marzo de 1966, el país atravesaba una severa crisis política, una más, que se agravó con los errores de la Junta Militar que gobernaba el país.

La decisión de Yerovi

Eso provocó que el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas presionara a la Junta Militar con el fin de que entregue el poder, permitiendo un acuerdo político con la designación como presidente provisional a Clemente Yerovi, quien asumió el poder el 29 de marzo de 1967. Más allá de que se pudiese alegar que su designación como mandatario no fue producto de una elección democrática, respetó todas las garantías ciudadanas en una época en la cual esa virtud era confusa y esquiva, formando adicionalmente un gobierno de concertación nacional. Se señala que Yerovi tenía muy claros sus objetivos, convocar a elecciones para que la Asamblea designe al nuevo presidente, restablecer la economía nacional y dejar el poder apenas se instalara la Asamblea. Simón Espinoza en su obra Presidentes del Ecuador menciona que Yerovi aplicó medidas de shock por el peligroso desequilibrio fiscal y la pérdida violenta de las reservas internacionales, reajustó el presupuesto del Estado y adoptó medidas monetarias correctivas con las que logró recuperar la estabilidad monetaria.

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Por su parte, Enrique Ayala Mora señala que liberó a “los presos políticos, restableció el derecho de huelga y asociación, dio facilidades para que los desterrados por la dictadura vuelvan y no clausuró periódicos ni radiodifusoras”, lo que era muy común en la época de la Junta Militar, también indica que respetó la autonomía universitaria, restableció la vigilancia sobre las 200 millas del mar territorial e impulsó la construcción de varias carreteras y obras públicas. Tantos logros en tan corto tiempo con un mérito adicional, Yerovi fue fiel a su convicción de dejar el poder apenas se instale la Asamblea, propósito que cumplió de forma notable. “Goberné con las maletas hechas”, confesó en su momento Yerovi, quien además agregó que mientras estuvo al frente de los destinos de la patria, se encomendaba todas las mañanas a Dios pidiéndole tres cosas: “Primero, equivocarme lo menos posible; segundo, llegar a la Constituyente, que era el mandato a cumplir; y, tercero, no tomarle cariño al poder”.

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En estos tiempos de tanta ambición y angurria por el poder, esa voluntad de no tomarle cariño al poder es muestra inequívoca de una convicción férrea de lo que significa el verdadero sentido de servicio a la patria. Una vez que fue elegido el presidente de la Asamblea, Yerovi envió su renuncia y su mensaje presidencial (que no fue leído) y ese mismo día manejó su automóvil de regreso a Guayaquil. Si el ejemplo es Clemente Yerovi, vara alta la va a tener Daniel Noboa. (O)