Seguimos sin construir desarrollo económico sostenible en dolarización. Veintitrés años después no logramos que el desempeño económico dependa más de nosotros que del precio del petróleo y de los productos primarios que producimos, la lluvia, la cotización del dólar, etc. Hemos ido de un lado a otro sin éxito.

A los costos iniciales debidos al cambio de moneda siguió un periodo favorable de factores externos, en el cual se basó nuestro desarrollo en gasto y endeudamiento públicos. Al desaparecer esos factores externos y la capacidad de endeudamiento público, los recientes gobiernos redujeron la política macroeconómica a la disminución del déficit fiscal. ¿Existe una vía entre ambos extremos para construir desarrollo económico en Ecuador?

Dolarización con y sin el SSXXI

Pongamos en marcha una política macroeconómica para la competitividad, pues en dolarización no habrá desarrollo económico sostenido sin mejora competitiva de sus sectores productivos de mayor potencial. Francisco de Paula Gutiérrez en su propuesta de Política económica para La competitividad (Clads – Incae, 1999) recomendaba que la política macroeconómica articule sinérgicamente acciones en cuatro campos: construir una visión de largo plazo para que los agentes económicos “sepan hacia dónde se pretende llegar”; crear las señales y estímulos adecuados para alcanzar los objetivos de largo plazo; crear las bases, el entorno para la operación eficiente de los sistemas productivos; y, ampliar y facilitar el acceso a la plataforma de recursos necesarios para la mejora competitiva.

Que contemos con un acuerdo básico sobre la naturaleza y prioridades de la estrategia de desarrollo nacional y sectorial, a mejorar continuamente por la interacción público–privada, desde lo sectorial a lo nacional. Que esta contribuya a generar marcos regulatorios que den eficacia a la intervención privada en la prestación de servicios públicos. Así se evitarían traslados de monopolios, de públicos a privados; se adecuaría el tamaño del Estado a las necesidades del crecimiento; se mantendrían niveles razonables de déficit fiscal y se aseguraría la disponibilidad de recursos para el largo plazo.

Que los sistemas de incentivos reflejen un balance óptimo entre apoyo a la producción y presión competitiva. Que las tasas de interés evolucionen hacia niveles reales, al impulso de la relación entre mayor competitividad y menores riesgos. Que esta dinámica nos lleve a una estructura tributaria neutra, no discriminadora, simple y de amplia base.

Que estas señales y estímulos sean acompañadas de procesos de apertura externa que estimulen la competitividad de empresas domésticas, conforme aumente la productividad de los recursos locales de producción y baje el costo de transacción de estos. Para ello, flexibilizar el régimen laboral es ineludible, pues las economías dolarizadas se ajustan por empleo y ausencia de crecimiento. Además, debemos construir una plataforma de recursos humanos, tecnológicos y ambientales sobre una sólida base de reglas del juego y entidades comprometidas con aquella agenda nacional. (O)