El título es la frase lapidaria del presidente brasileño Lula da Silva respondiendo a Nicolás Maduro, cuando este dijera unas palabras dignas de Atila, rey de los Hunos, amenazando de “que si pierde (las elecciones) habrá un baño de sangre”.

Así de caldeadas están las elecciones que se llevarán a cabo en Venezuela el próximo domingo, 28 de julio. Las palabras de Maduro pueden ser de desesperación, porque está, en las encuestas, unos veinte puntos atrás de su rival, el diplomático Edmundo González.

Tal vez busca, con su amenaza de sangre, asustar a la gente independiente para que no salga a votar, e imponerse con los votos disciplinados de sus dependientes, enquistados en el poder.

Baño de sangre

El momento de Venezuela

La actitud de Lula ha sido una potente voz de aliento para la oposición venezolana, representada por María Corina Machado, quien, aun cuando no se le permitió, mañosamente, participar como candidata, volcó su popularidad en favor del diplomático González, quien luce como ganador.

Un triunfo de la oposición significaría una liberación de Venezuela del chavismo, que ha ahogado la libertad, la democracia. La posición de Lula le hará a Maduro sentirse solo, débil, y a respetar las elecciones.

Y, continuando con América, lo que está ocurriendo en Estados Unidos tiene facetas sorprendentes, que cambian de un día para el otro el escenario electoral.

La esperanza de Venezuela

La renuncia a la reelección del presidente Joe Biden y su muy probable reemplazo por la vicepresidenta Kamala Harris devuelve el aliento, energiza, a los demócratas y a los europeos, que temen a Donald Trump, quien es renuente a financiar a la OTAN y apoyar a Ucrania.

En Estados Unidos, como ocurre generalmente en el mundo, incluido el Ecuador, el vicepresidente tiene poca presencia pública, y así ha ocurrido con Harris, pero es una debatiente que puede enfrentar sólidamente a Trump; recuerdo las primarias últimas del Partido Demócrata, hace cuatro años, en las que arrolló a Biden, y creo que es lo que motivó a este a escogerla como su binomio. Su gran práctica como fiscal general de California y luego como Senadora, la consagraron como una temible debatiente. Los múltiples problemas legales de Trump pueden ser el caballo de batalla de la exfiscal. Los debates no van a ser aburridos.

En lo interno, la posición de Harris en defensa del derecho al aborto, anulado recientemente por la mayoría conservadora de la Corte Suprema, designada por Trump en su presidencia, será tema crucial de la campaña. También lo será el de los problemas de los inmigrantes, que serán rudamente perseguidos por Trump.

En lo internacional, Trump, con su política de “América primero”, exigirá que los que quieran ser cobijados por el escudo de los Estados Unidos, incluida Taiwán ante la China, tendrán que pagar su cuota; lo mismo se les exigirá a los miembros de los organismos internacionales, como la ONU. Ya anuncia Trump que terminará con la guerra de Ucrania de inmediato: si les corta ayuda, tendrán que negociar con Rusia. Todo esto influirá en los votantes, y en los financistas de campañas, que calculan el negocio de las guerras. (O)