Una decisión que trasciende es una decisión muy bien pensada. Es una elección guiada, reflexiva, que responde a tres grandes dimensiones: propósito, valores y visión. Cuando decidimos con propósito, conectamos la decisión con nuestra esencia, con nuestra razón de ser. Cuando decidimos con valores, respetamos lo que somos. Y cuando decidimos con visión, pensamos en el futuro y anticipamos lo que se viene.
Una decisión que trasciende entiende el momento histórico en el que se toma. Reconoce los desafíos del entorno, los dilemas del presente y las tensiones del cambio. Es una respuesta con sentido y dirección.
La reciente elección del nuevo papa podría leerse no solo como un acto eclesial, sino como una decisión que trasciende, cargada de simbolismo, intención y lectura del contexto.
La primera señal es su pertenencia a la Orden de San Agustín. No es un detalle menor. La espiritualidad agustiniana -inspirada en San Agustín de Hipona- nace del conflicto interior, del pensamiento profundo, de la búsqueda sincera. Agustín no llegó a la fe por herencia ni por costumbre. Llegó después de errar, de pensar, de debatir consigo mismo. Para él, la verdad se busca con la razón y se encuentra con la fe. Elegir un papa agustino en este momento es un mensaje claro: necesitamos espiritualidad, sí, pero una que piense, que escuche, que razone. En un mundo atrapado entre superficialidades y dogmas rígidos, esta elección abre la puerta a una fe que dialoga, que se transforma.
La segunda dimensión es aún más elocuente. León XIV es hijo de una dominicana y de un estadounidense, criado en Chicago y con experiencia pastoral en Perú. Es, en sí mismo, un símbolo de la diversidad contemporánea: de la migración, del mestizaje, de las múltiples pertenencias que hoy coexisten en casi todos los rincones del planeta. Esta elección nos recuerda que la diversidad no es una amenaza, sino una fuente de riqueza potencial. Siempre que se sepa integrar con respeto a la identidad propia de cada uno y a una visión compartida.
La tercera dimensión es el contexto histórico. Hoy, el mundo vive tensiones sociales, desplazamientos forzados y polarización política. También enfrenta los dilemas éticos de la inteligencia artificial y una ausencia de espiritualidad en la vida cotidiana. Todo esto ocurre en medio de un anhelo profundo: muchas personas buscan reencontrarse con lo esencial, con algo que les devuelva dirección y paz interior. Al tomar el nombre de León XIV, el nuevo pontífice está enviando una señal clara: busca ser un líder pastoral, con conciencia histórica y caridad ante los “nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo”.
Esta decisión no es hacia la derecha ni hacia la izquierda. Es hacia la espiritualidad. Es hacia la fortaleza interior y hacia la unidad sin borrar diferencias. Al igual que la Iglesia católica -institución que tiene más de dos mil años- busca tomar decisiones que trascienden, todos nosotros, en nuestros espacios y organizaciones que lideramos, deberíamos reflexionar con profundidad si las decisiones que tomamos están alineadas con nuestro propósito, nuestros valores y nuestra visión, y si comprenden el contexto en que se desenvuelven. (O)