El presidente de la República le encarga a la vicepresidenta de la República una misión de paz entre Israel y Hamás, en Gaza, para ser realizada en Tel Aviv, es decir, en territorio enemigo de los palestinos, que no se sabe cómo podrán llegar a la Embajada del Ecuador a preguntar por la vicepresidenta de Ecuador.

Para cualquier misión de esta naturaleza, llámese buenos oficios, mediación, etc., hace falta la aceptación de las dos partes; la ha aceptado Israel, pero no se conoce que la haya aceptado Hamás. Misión que trata de realizarla las Naciones Unidas.

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Parece una misión imposible para la vicepresidenta, que hasta aquí no la ha aceptado. La Constitución señala que quien ejerza la Vicepresidencia tiene como función la de reemplazar al presidente de la República en caso de falta temporal o definitiva: en caso de falta temporal por enfermedad u otro caso de fuerza mayor. Es decir, que siempre debe estar disponible, lo que implica que debe estar en Ecuador, y, por tanto, eso excluye que pueda estar desempeñando misiones de largo plazo fuera del país, las que debería abandonar si el presidente se enferma o cosa parecida.

Si la vicepresidenta no aceptare, resulta que esa misión tendría que desempeñarla la canciller. Se está haciendo evidente que existe un serio distanciamiento entre las dos primeras autoridades del país, y hace falta que ellos superen sus diferencias porque esto le hace daño a la nación; y hacerlo antes de que se agraven las cosas más.

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Antes que la paz en Medio Oriente, en la que poco o nada podemos hacer, nos interesa la paz en Ecuador.

En el pasado ha habido diferencias entre presidente y vicepresidente, pero una sola con serias consecuencias. Ocurrió cuando el vicepresidente Carlos Julio Arosemena Monroy aceptó una invitación para visitar la Unión Soviética (URSS), en 1961, de lo que informó al presidente José María Velasco Ibarra. Aunque en ese mismo tiempo el vicepresidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, había visitado la Unión Soviética, aquí algunas organizaciones políticas de derecha consideraron un pecado que lo hiciera el vicepresidente ecuatoriano porque eso enojaría a los Estados Unidos, que no nos concedería préstamos por tal acción. Allí es cuando Arosemena Monroy llamó a los que esto decían los “enloquecidos por el dinero”, que no lo dijo en contra de los ministros velasquistas, como erróneamente se malinterpretó; así me lo manifestó, años más tarde, el propio doctor Arosemena. Esto es lo que produjo el distanciamiento entre el presidente Velasco Ibarra y el vicepresidente Arosemena, lo que, atizado por los partidarios de Velasco Ibarra y explotado por sus opositores, culminó con la caída del presidente y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Julio Arosemena Monroy.

Lecciones de la historia que deberían aprovechar las actuales autoridades y, sobre todo, sus colaboradores. A los Gobiernos les hacen mucho daño los colaboradores obsecuentes, sumisos, incapaces de dar al presidente un asesoramiento objetivo. Los emperadores romanos tenían a su lado una persona que les recordaba que eran mortales. (O)