Conforme a la última “Encuesta de capacidades financieras” del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF, 2020), en la que se compara al país con Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú, en la que aplica la metodología desarrollada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ecuador obtiene los siguientes puntajes: (i) en el indicador de capacidad financiera ocupa la quinta posición de los 8 países analizados y se ubica en el promedio de América Latina; (ii) en comportamiento financiero ocupa una posición por debajo del promedio de América Latina; y (iii) en actitud financiera la situación es similar al conocimiento, superando levemente el promedio.

Es obvio entonces que, en la medida en que el alcance y la profundización de los productos y servicios digitales llegan a más personas y lugares (permitiendo una mayor velocidad para hacer transacciones, acortando distancias), es decir, a un mayor número y complejidad, se hace más evidente la necesidad de fortalecer los procesos de “educación financiera”, entendida como aquella que dota a los usuarios del sistema financiero (actuales y potenciales, indistintamente de sus niveles de ingresos, sexo, profesión, etc.) de conocimientos, habilidades y destrezas para la administración de las finanzas personales, como también para evitar posibles prácticas abusivas con los clientes y usuarios de los servicios financieros, tales como el fraude, las tarifas injustas y el sobrendeudamiento (Arregui, R., Guerrero, R.M. [2020]. Inclusión financiera y desarrollo. Situación actual, retos y desafíos de la banca, UEES).

Héroes sin capa

El Banco Central y el comercio

Existe evidencia en varios estudios realizados de que las personas que son capaces de manejar adecuadamente sus finanzas personales tienen más destrezas para aprovechar los beneficios de los productos y servicios financieros, de acuerdo a sus necesidades. Por tal razón, los consumidores financieros podrían aprender sobre los principios fundamentales de las finanzas para evaluar los beneficios esperados e identificar posibles riesgos de cualquier préstamo o inversión; a su vez deberían ser capaces de comprender los términos y condiciones legales de los servicios financieros, a fin de tomar decisiones informadas y ejercer de manera oportuna sus derechos, en el caso de que los consideren; pues de no hacerlo podrían caer en las redes del sobrendeudamiento y futuras insolvencias, estando más expuestos al riesgo de operar con productos financieros complejos y no entendidos, incrementando el potencial impacto de las crisis económicas.

Una persona para tomar decisiones financieras adecuadas a sus necesidades, según el behavior financiero, requiere una serie de ¡“empujones” (nudges) y recordatorios oportunos!, que generen hábitos saludables y positivos, así como ¡reglas básicas (heurística)!, que les ayuden a transformar el aprendizaje en un hábito; lo anterior será posible si las currículas y contenidos se confeccionan específicamente para cada tipo de audiencia.

Es imperioso contar con un programa nacional de educación financiera, que exija incluir a la “alfabetización/educación/cultura financiera” como materia obligatoria en escuelas, colegios y universidades. (O)