Hace tiempo que me preocupa la grieta que se está formando en nuestros países entre dos posiciones menos moderadas. Pero lo que más preocupa no es el abismo que los separa, sino que sea método del poder. Hoy lo están mostrando quienes lo ostentan en unos cuantos países de Nuestra América: hablan de unidad al mismo tiempo que insultan a sus oposiciones. Y los opositores también buscan ahondar la grieta, para conseguir votos de los desencantados y convertirse en los que avasallan a los que antes los estuvieron avasallando a ellos.

Es la gran debilidad de nuestras democracias presidencialistas, en las que basta con ganar por un voto para imponerse a la otra mitad, aunque piense exactamente lo contrario. Así es imposible gobernar, a no ser que quien ganó las elecciones se convierta en un déspota, que es lo que pasa en los países en los que no se respeta la voluntad de todos los votantes: los que ganan las elecciones y los que las pierden. Peor es que nos gobiernen las minorías, que es lo que termina pasando invariablemente en estos procesos.

Nuestras democracias deberían alentar proyectos de países a largo plazo, que incluyan a todos, y no proyectos de poder sin brújula. Es que la marcada división ideológica en dos mitades irreconciliables alienta sistemas de poder que se mantienen imponiéndose a los que piensan distinto.

El parlamentarismo europeo parece una solución mucho más a medida de las democracias latinoamericanas que el presidencialismo norteamericano, que copiaron nuestros constituyentes en sus primitivas constituciones y luego reformaron tímidamente con una pizca de parlamentarismo. Hoy le está tocando a Chile darse una nueva constitución, y las noticias dan cuenta de que también sus constituyentes se están acercando al parlamentarismo. Ojalá sea la expresión de una tendencia que se instale y crezca en el continente, porque ya es hora de que nos planteemos el parlamentarismo en serio.

El domingo 19 de diciembre fue la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales entre dos candidatos que están en las antípodas ideológicas. Ahora Gabriel Boric tiene la oportunidad de compartir el poder con casi la otra mitad de Chile o ignorar a sus contrincantes como si no existieran.

Del otro lado del mundo, en la Vieja Europa, el 7 de diciembre tomó posesión el nuevo Gobierno alemán que sucede a los 16 años de Angela Merkel en el poder. El nuevo canciller, Olaf Scholz, del partido Socialdemócrata, formó Gobierno junto con los Verdes y los Liberales y rechazó a la Democracia Cristiana, después de tres meses de negociaciones y de la redacción de un contrato de 177 páginas. Los liberales alemanes son lo opuesto a los socialdemócratas, pero eso no quiere decir que no puedan pactar un Gobierno de coalición quienes sumen una mayoría suficiente para gobernar a todos los alemanes.

¿Quiere comprobar usted mismo la eficacia de abrazarse en un proyecto común en lugar de tratar de imponer sus ideas a la mitad que piensa lo contrario? En los próximos años mire cada tanto hacia Alemania y compárela con Nuestra América. (O)