Cuando el mundo comenzaba a recuperarse de los efectos del COVID-19, se han debido enfrentar las graves consecuencias de la agresión bélica contra Ucrania, y la región latinoamericana no se escapa de la convulsión que caracteriza este contexto global aún más complejo y desafiante. Las proyecciones más recientes de crecimiento para la región en el 2022 se han ajustado a la baja por parte de entidades financieras, estimando entre un 1,8 % y 2,4 %, en promedio.

Aunque se reconocen las características individuales de las economías regionales, todas se encuentran ineludiblemente expuestas a factores externos análogos que continúan agudizando los problemas inflacionarios, aumentado la volatilidad y acrecentando los costos financieros. El aumento de precios de hidrocarburos, materias primas, particularmente de productos agrícolas y de los fertilizantes, a consecuencia del impacto en la producción y el comercio con los países involucrados en el conflicto bélico, además de las proyecciones de menor crecimiento de los principales socios comerciales de la región —Estados Unidos, China y la Unión Europea—, afectan la demanda externa. Estas condiciones emergentes, aunadas a la ya expuesta vulnerabilidad de las cadenas globales de suministros y a los altos precios del transporte, generan una mayor complejidad e incertidumbre.

Además de las medidas de política monetaria más restrictiva, el shock inflacionario ya reflejado en el aumento de los precios de la energía y de los alimentos requiere de medidas inmediatas para mitigar los efectos socioeconómicos previsibles e impedir una nueva amenaza a la seguridad alimentaria, que afectaría sobre todo a los grupos más vulnerables y que podría desencadenar nuevas tensiones sociales. Además, cabe notar que, aunque se han logrado incrementar notablemente las tasas de vacunación, no debe soslayarse la atención que continúan ameritando las secuelas de la pandemia, así como es también necesario mantener en paralelo una visión que permita atender las persistentes deficiencias estructurales que han afectado a Latinoamérica por décadas.

La reunión anual del Foro Económico Mundial contó con la participación de importantes líderes de empresas, Gobiernos, organismos internacionales, sociedad civil y notables jóvenes latinoamericanos para discutir los principales retos que enfrenta nuestra región con miras a converger en respuestas coordinadas que permitan atender los múltiples desafíos que enfrentamos, optimizando el vasto capital natural y el valioso recurso humano de nuestra región.

La transición energética basada en seguridad, la asequibilidad y diversificación, ampliando el uso de fuentes renovables con gran potencial en la región; la mayor eficiencia de las economías a través de la digitalización y la inclusión digital, que está atrayendo importantes flujos de capital, reconociéndose la fuerza creativa e innovadora en la región e impulsando el emprendimiento; el comercio y las inversiones; la eficiencia en la agricultura y la seguridad alimentaria; así como la sostenibilidad de la Amazonía, las soluciones innovadoras a los desafíos medioambientales y el desarrollo de la bioeconomía son algunos temas presentes en nuestra agenda regional.

Esta agenda se enmarca en un contexto geopolítico cambiante, y en circunstancias regionales caracterizadas por la incertidumbre que provoca otro ciclo electoral intenso, la preocupación de muchos ante el deterioro de la democracia en algunos países de la región y las recurrentes tensiones sociales.

Ante una realidad global volátil e inminentemente complicada y con espacios fiscales reducidos, se hace necesaria una colaboración público-privada más vigorosa, por lo que también abordaremos el concepto del capitalismo de las partes interesadas (stakeholders capitalism) y su aplicación práctica en el mundo corporativo regional a través de la introducción de un marco de métricas medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG) alineadas a los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, a fin de que las contribuciones del sector privado en estos ámbitos de interés común para la sociedad sean valorizadas de acuerdo con nuevos estándares internacionales.

Además de la disponibilidad de recursos financieros internacionales y de los ajustes en política monetaria, se requerirá de políticas oportunas para mitigar los riesgos expuestos y de estrategias extraordinarias para proteger a los grupos más vulnerables. Las respuestas que exige este complejo contexto no se podrán sustentar en retórica populista, sino que se requiere de un diálogo político que atempere la polarización y las divisiones ideológicas y permita consensos amplios. La calidad de los liderazgos latinoamericanos y la resiliencia de nuestra región se ponen a prueba en este contexto crítico y brindan una nueva oportunidad para renovar la confianza, promover una mejor cooperación local y una mayor integración regional. La acción colectiva es clave para responder a los desafíos emergentes con mayor efectividad e impulsar la recuperación sin dejar de lado la visión de largo plazo que permita avanzar hacia un desarrollo sostenible e incluyente en la región latinoamericana. (O)