A pocos días de que Guillermo Lasso se siente en Carondelet, ya aparecen voces que debaten, discuten, advierten y hasta condenan lo que creen que Lasso debe y no debe hacer a partir del 24 de mayo de 2021.

Quienes a grito pelado condenaron la intromisión de Correa en la justicia y en la Fiscalía hoy piden que Lasso haga lo mismo.

Que si la persecución es contra el correísmo, entonces sí vale. Que contra ellos, un tuit basta como prueba para ser sentenciados.

Dicen que no se debe pactar con el correísmo; que si se lo hace es para ofrecer impunidad; que con cualquiera, menos con ellos.

Que con quienes incendiaron Quito en 2019 y estuvieron a punto de tumbar la segunda vuelta, sí se puede pactar; no importa si piden medio gabinete a cambio, y sí desde los puestos públicos que consigan puedan boicotear la gestión del nuevo Gobierno, con miras al 2025.

Que con quienes lo único de izquierda que tienen es el nombre también se puede pactar. No importa que cuando las papas quemaron en la segunda vuelta hayan alzado la voz, no para apoyar la única opción de cambio, sino, por el contrario, para aplicar la cómoda y conveniente política de “dejar en libertad a sus votantes”, pensando en hacer méritos con el hipotético nuevo gobierno de Arauz.

Para cumplir con sus ofertas de campaña, Guillermo Lasso deberá actuar con cabeza fría, sin estigmatizaciones y con mucho pragmatismo, aunque ello no le agrade a los que ven en este nuevo Gobierno un vehículo para ajustar cuentas personales.

En cuanto al correísmo, no debemos olvidar que su candidato recibió el 47% de los votos válidos del país, que su bloque en la Asamblea Nacional representa más de un tercio y es, por largo, el más numeroso.

Luego, conseguir armar una mayoría oficialista con la participación del mayor bloque de la Asamblea Nacional (en lugar de tenerlos en la natural oposición) debiera ser, en cualquier democracia medianamente razonable, un sueño casi inalcanzable, aunque el romance dure poco.

¿Qué mejor manera de comenzar un “Gobierno del encuentro” que esta?

Yo combatí al correísmo por una década, fui vilipendiado en medios oficialistas y redes sociales, e incluso en varias sabatinas, por el delito de defender a Diario EL UNIVERSO y a la prensa en general, cuando muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras miraban para otro lado o hacían negocios con el Gobierno, disfrutando el despilfarro que hoy nos pasa factura a todos.

Y con el derecho que me da haber sido víctima del odio e intolerancia elevada a política de Estado, hoy hago un llamado a políticos, periodistas, líderes y activistas a salirnos, de una vez por todas, de esa espiral de odio y estigmatización que tanto daño le ha hecho al país. A no repetir lo que tanto criticamos del correísmo.

Dejemos que Lasso y su equipo tomen las mejores decisiones para el país, con todos los que puedan aportar a ello.

¿Votamos por un Ecuador del encuentro?

Pues bueno, actuemos en consecuencia. (O)