Louise Hay, famosa autora y motivadora, quien vendió alrededor de 50 millones de libros, decía que en los colegios hay que enseñar autoestima como una materia. Me parece una excelente idea, que se complementa muy bien con la reincorporación de la asignatura Moral y Cívica. Son formas de fortalecer a nuestra juventud, tentada por el dinero fácil, la carencia de valores, las zoquetadas de algunos influencers y otras cosas más.

Desde el punto de vista público y empresarial nos vendría muy bien solidificar la formación intelectual, y en gestión pública en los partidos políticos. La pretensión de acceder al poder no debe sustentarse únicamente en la habilidad de convencer al electorado. Se necesita mucho más. En primer término, qué es lo que se quiere lograr una vez en el poder y cómo hacerlo. Se necesita un plan de acción bien concebido, personas idóneas para ejecutarlo, lealtades bien construidas; por supuesto, firmeza ante los chantajistas y mucha decencia.

Tanto en el mundo empresarial como en el político se deben capitalizar las experiencias tanto propias como ajenas. Se necesita, en ambos espacios, capacidad para adaptarse a los permanentes cambios que vivimos, muchos de los cuales no podemos controlar. En ambos espacios hay que pensar y actuar muy bien y con firmeza. La evaluación del desempeño y del entorno es vital. Esta puede llevar al empresario y al político a replantear el plan de acción, el criterio sobre los problemas y las soluciones. Las rigideces pueden llevar a la ruina al empresario y al político. Decía Peter Drucker en su obra Eficacia ejecutiva que la segunda práctica de los directivos eficaces es preguntar: “¿Es esto bueno para la empresa?”. Decía también que esto “no garantiza que vaya a tomarse la decisión correcta. Incluso el directivo más brillante es humano y, por tanto, proclive a cometer errores y guiarse por prejuicios. Pero no formular esa pregunta prácticamente garantiza que se tome la decisión errónea”.

Todo gobernante, en cambio, debe preguntarse: “¿es esto bueno para la sociedad?”, y por supuesto actuar o ajustar su actuación en función de la respuesta. Esta reflexión es muy oportuna con ocasión de uno de los temas del momento: el subsidio a los combustibles y al gas. Quien tiene el dinero suficiente para pagar por ambos productos no tiene por qué recibir la ayuda del Estado, como si fuera una persona pobre. Una de las características de los subsidios es que deben ser bien direccionados. La Constitución dice en el artículo 285 numeral 2 que los subsidios adecuados son una forma de redistribuir el ingreso. La pregunta es, entonces: ¿es adecuado subsidiar la compra de los combustibles y del gas doméstico a quien sí los puede pagar sin dificultades? Los subsidios parten de una condición necesaria: la pobreza del consumidor. El Ecuador del futuro, el Ecuador de todos, necesita mucho apoyo, mucha reflexión, evaluación, convocar a las mentes más lúcidas no para aumentar el número de empleados, sino para escuchar perspectivas diferentes a las cercanas. Hay que dejar fuera a los figuretis y a los opinólogos de bolsillo. (O)