Entre los eventos más importantes de los últimos días destacan dos reuniones que congregaron a varios de los jefes de Estado más relevantes del mundo. En realidad hubo tres cumbres, si contamos la fallida reunión del espacio Iberoamericano en Cuenca. Las otras dos, la de la APEC (países de la cuenca del Pacífico) y, sobre todo, la del G20, contaron con la presencia de líderes que fortalecieron ambos mecanismos. Con excepción de Vladimir Putin, asistieron todos los líderes cuyas decisiones tienen un peso significativo a nivel mundial, entre ellos Xi Jinping, Modi, Scholz y varios dirigentes europeos, así como representantes del sur global.

Reparar el desastre internacional

El G20 reúne a las 20 economías más grandes del mundo, junto con la Unión Europea. Es un foro de discusión que, en cierto sentido, puede tener más influencia en la búsqueda de políticas comunes que los órganos de las Naciones Unidas, ya que emite declaraciones en lugar de resoluciones vinculantes. Participan tanto las economías históricamente más desarrolladas como las emergentes. Además, se convoca a actores periféricos, como los latinoamericanos Gabriel Boric (Chile) y Gustavo Petro (Colombia).

La cumbre del desastre

El tema central de la cumbre de este año fue la propuesta brasileña de Hambre Cero y la lucha contra la pobreza como políticas globales. Se alcanzaron varios consensos, entre ellos la necesidad de implementar sistemas impositivos que incluyan a las grandes fortunas del mundo y la urgencia de desarrollar políticas para contener el cambio climático. No obstante, en este último punto se avanzó menos que en la COP29 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2024), la cumbre mundial dedicada específicamente a estos temas. La declaración final enfatizó la necesidad de paz frente a la guerra en Ucrania, condenó los ataques a infraestructuras civiles e hizo un llamado a cesar los atentados contra la ayuda humanitaria en las crisis de Gaza y Líbano.

En términos globales, el G20 siempre ha sido útil. Sus discusiones históricamente influyen en las decisiones de los países más grandes, que, a pesar de la fragmentación y la multipolaridad actuales, encuentran en este foro un espacio para el diálogo, independientemente de sus visiones de la política internacional. A diferencia de una entidad formal como la ONU, el G20 no está limitado por protocolos estrictos. Aunque sus declaraciones no son vinculantes ni incluyen mecanismos de cumplimiento obligatorio, los consensos alcanzados son importantes, aunque sean mínimos, como ocurrió en la reciente cumbre en Brasil.

Chancay: alfombra roja para China

El G20 ha desempeñado un papel significativo en la estabilidad económica global y en la adopción de políticas complementarias. Es un foro que promueve el diálogo horizontal y contrarresta las narrativas apocalípticas y confrontativas que suelen dominar los debates sobre asuntos globales. Sin embargo, sigue siendo únicamente un espacio de diálogo, no un centro de toma de decisiones. Muchas de las agendas consensuadas eventualmente no se cumplen, ya que no generan obligaciones ni compromisos concretos. (O)