Benedicto XVI renunció al papado por ya no tener la energía para conducir la Iglesia en sus transformaciones. A Francisco I, prudentemente, le ha tomado nueve años hacer una nueva Constitución de la Curia romana y otro año más para dictar un “Decreto” con el que cambia el rol del Opus Dei (OD) dentro de la Iglesia. Ya su principal no será obispo y sus laicos dependerán de la estructura diocesana territorial.

Por ejemplo, el emblemático santuario de Torreciudad ya no será dirigido por el OD, sino por el párroco en donde se encuentra este opulento complejo de peregrinaje. El santuario aportaba a la Iglesia menos del 5 % de sus ingresos, ya no será así. En Guayaquil: ¿el Torremar y el Delta se harán parte de la Confederación de colegios católicos?

Frente a estos cambios, algunos del OD dicen que no pasa nada, otros están con temor, pero ninguno querrá contradecir abiertamente al papa, aunque sí señalan a su entorno o sugieran su senilidad (dos modos de descalificarlo).

¿Qué es el Opus Dei y para qué sirve? Estos son los cambios que el papa Francisco ordena en la institución religiosa para que pierda la jerarquía que Juan Pablo II le dio hace 40 años

Entre los observadores, algunos verán en estos cambios una película entre elites y códigos, entre OD y jesuitas. Este artículo no es por interés en la dimensión canónica, peor la social, sino por el significado espiritual del cambio, razón por la cual parto de la vocación central que oficialmente define al OD, a saber: “buscar la santidad personal, a través de las realidades y circunstancias ordinarias por las que transcurre la vida de los hombres, santificando esas actividades, de modo especial el trabajo...”.

El problema que plantea esta vocación es que esa búsqueda se centra en la persona que se propone ser santa, con lo cual podría quedar invertida la dirección de la salvación, pues esta, más bien, exige la muerte de la dimensión personal, para que sea posible renacer en Dios.

El OD abarca a gente muy inteligente e importante y sería bueno... que acomoden su vocación a lo que busca el papa.

Distinto es pensar que es Dios quien silenciosamente santifica el trabajo, y no un efímero esfuerzo, tomado por profesional. Sin mencionar que los desempleados no tienen un trabajo que “santificar” y quién sabe si por eso puedan estar hasta mejor acompañados de Dios.

Entonces, tal vez la Iglesia, liderada por Francisco, está simplemente indicando un rumbo, un discernimiento ignaciano, entre diversas espiritualidades, pues normalmente las escogemos conforme a nuestra personalidad. Y, si en ella prevalece el deseo de estar en las esferas del poder (sea con Franco, Pinochet, Videla, Aznar o Lasso), conseguir títulos nobiliarios, alcanzar “el más grande honor que se puede alcanzar en un país”, o tener poder sobre el otro, así sea en nombre de buscar su bien o protección; entonces, lo más probable es que nuestra espiritualidad favorita solo signifique nuestro pecado favorito. No nuestra salvación.

El OD abarca a gente muy inteligente e importante y sería bueno para todos que no teman perder lo conquistado, sino que acomoden su vocación a lo que busca el papa. No es “el” Opus Dei, en masculino, lo que importa, sino “la” Obra de Dios (en femenino). La Exhortación Apostólica del 15 octubre de 2023 da la clave para entender la reforma: la confianza es infinitamente mejor que la autorreferencia. (O)