Aparte del dólar de Washington, circulan otros más. Por ejemplo, un cantón “necesitó” obras públicas y el Gobierno no tenía los dólares. El constructor interesado coludió con el Ministerio de Finanzas, MEF, para crear una normativa que permitiera a los bancos pagar el encaje con bonos que el constructor se encargaba de hacer emitir. Coludido también con la institución pública a cargo de la obra, el constructor cobró los bonos y se los vendió a un banco, a la par. Así, la varita mágica del MEF había creado dólares que no tenía. La unidad de cuentas fue el dólar, pero los billetes reales fueron entregados exclusivamente por la confianza del banco en un papel del MEF y a costa del perjuicio que significa para los depositantes que parte de los dólares que creen tener en sus bancos, en realidad está en “papelitos”. Similar situación ocurre cuando el Gobierno toma dinero del Cosede (maneja el Fondo de Garantía de los depósitos bancarios) a cambio de otros papelitos; nuevamente, se contabiliza en dólares, pero lo que hay no son billetes emitidos por Washington, sino “papelitos”.

Por otro lado, están los dólares del narcotráfico. En los 90 entregaban 100 millones a ciertos banqueros que le devolvían 80 millones ya lavados: pérdida del 20 %. Ahora con la metástasis funciona así: se generan “necesidades” de obras públicas, digamos por 100 millones, las cuales realmente cuestan 60 millones. El narco paga 15 millones en coimas, total mete 75 millones y saca 100 millones lavados:

33 % de utilidad. Ya entendemos por qué hay tantos alcaldes asesinados o amenazados. En esta modalidad, se mezclan dos tipos de “dólares”: los reales del narcotráfico y el sobreprecio con que el burócrata los repotencia. Ingresan al PIB inflados por sobreprecio.

Hay más: una funcionaria pública quiere aumento de sueldo, entonces usa su poder para crear puestos públicos y pone allí gente de su confianza a cambio de que le devuelvan parte de sus sueldos. Así logra “emitir” dólares que no tenía, parte va para ella y parte para los pipones, aunque luego la delaten, a pesar de su complicidad.

Todos estos “dólares” que aparentemente fueron “creados de la nada”, gracias al poder que tiene el Estado, en realidad sí tendrán que ser pagados con dólares reales. Cada presidente nuevo nos aplicará la jeringa a nuestra billetera para financiar el déficit de turno (15 mil millones en 2024). Y, con cada nuevo paquete de medidas, hay economistas que se unen al coro que clama por más sangre para el santo grial en que han convertido al insaciable gasto público, financiado por sacrificios ciudadanos.

La Ley de Gresham dice que en un país con dos monedas, la mala saca de circulación a la buena (deja de circular porque la gente la retiene). En Ecuador, la existencia de estos otros tipos de “dólares” permite enriquecer rápidamente a unos pocos, sin tener que producir, dorada ilusión que ha contaminado a una parte del Ecuador (que opta por la mala moneda) y está sacando de circulación al dólar de la vieja economía real: el del trabajo y la producción. (O)