El petróleo en los 70 convirtió a Ecuador en “nuevo rico”, pagamos la centenaria deuda inglesa y mantuvimos barato al dólar. La bonanza puso de moda a Miami, algunos compraron departamentos, muchos iban de shopping y los parques recreacionales eran el símbolo de la felicidad familiar. París había quedado en el pasado.

Cincuenta años después, España se convierte en residencia de banqueros y empresarios ecuatorianos: una migración turística muy distinta de la masiva que antes fue en busca de trabajo. El atractivo no es Micky Mouse, sino un ambiente de gran cultura, con servicios de educación y salud pública a muy buen precio. El modelo americano provee estos últimos servicios a precios exorbitantes; el lado socialista de Europa es la clave para esta diferencia y presenta un respiro atractivo para las familias ecuatorianas, relativamente acomodadas, que buscan para sus hijos la buena educación superior que no encuentran aquí, y los servicios de calidad de hospitalización para sus enfermos, que el Estado, a pesar de lo que gasta, no es capaz de proveer.

La fiebre por Florida hizo que parejas escogieran a Miami para que sus hijos se convirtieran en gringos por nacimiento. La fiebre por España ha hecho que algunos paguen miles de dólares para obtener la nacionalidad española demostrando linajes sefarditas que antes sus ancestros negaron para poder ocupar cargos públicos en la colonia. Los Miami boys son ahora chavales.

Algunos españoles, mientras tanto, han iniciado un revisionismo histórico según el cual España no se llevó de América barcos llenos de oro y plata, ni fomentó el vasallaje, ni impuso rutas comerciales perjudiciales; sino que, “en realidad”, fueron grandes benefactores al traernos la fe, el arte y la educación. O sea: seguimos en el maniqueísmo, solo que ahora resulta que eran buenos. Los ecuatorianos que avalan este revisionismo afirman que nunca fuimos colonia, sino parte de España. El “yugo español” de los signos patrios desaparece mágicamente con esta reinterpretación y hasta proclaman que “somos españoles”, anunciando así el retorno al útero de la madre patria.

Pero las cosas no son tan simples: miles de ecuatorianos siguen haciendo en España las tareas que los españoles ya no quieren hacer. El desenfreno moral, que acecha a las nuevas generaciones españolas, favorece el consumo de drogas que se embarcan desde territorio ecuatoriano, después de pagar el altísimo precio de la delincuencia, irrespeto a la vida y destrucción de la institucionalidad del Estado.

Además, ese revisionismo choca con una dura realidad: y es que no hay cómo aprovechar las ofertas para vuelos baratos a España, porque la madre patria te hace pedir permiso, a través de una empresa internacional cuyo agente en Ecuador es la empresa de un quiteño, zar del turismo, cuya agencia de viajes te asegura cupo para una cita con el consulado, siempre y cuando les compres pasajes y tours. Porque “solo el pasaje no es suficiente”. Joder. (O)