En campaña juran que no subirán impuestos, entran a Carondelet y hacen lo contrario, aquí explico el porqué. La cosa pública se comporta como un sistema de seres vivos; más que seres, vivos. Todo viviente codifica y replica la información de su estructura en lo que llamamos ADN y esos códigos le permiten perdurar por generaciones. Así, la burocracia ha creado códigos que le dan 30 días de vacaciones en vez de los 15 para el sector real, sueldos en promedio 2 y 3 veces los del resto, escalafones y jerarquías que son meros andariveles para asegurar ascensos y privilegios, maneras de cobrar sueldo sin trabajar y, lo más importante: succionar del ecosistema real lo que más puedan para su beneficio personal, creando dificultades para vender facilidades, procedimientos para ofrecer servicios expertos que los operen para su coludida aprobación.

Cada día

Cual campos de paneles solares, así sus panales captan como embudos el aceite que hace rodar su maquinaria. Si deben devolver o rectificar algo, no pagan las multas o intereses que paga el ciudadano, su ley es el embudo.

Como las colmenas tienen a las abejas trabajadoras, así este sistema tiene a los “contratados”, cuyo estatus permite al Estado terminar el contrato en cualquier momento, sin pagar indemnizaciones; pero no lo hace, porque entonces muchos de nombramiento tendrían que trabajar y ellos están para vacacionar, complejizar el ADN y comer miel.

Saber rectificar es saber gobernar

La miel sedujo también al sector real y cuadernos enteros detallan las coimas con que algunos cínicos se convirtieron en expertos apicultores. También hay métodos, como las concesiones chuecas y prorrogadas, que incluyen cañerías subterráneas para extraer la miel. Sea en medicinas, petróleo, seguros, espectros, o cualquier cosa, surgen como socios empresarios prebendarios, políticos, periodistas políticamente correctos, profesionales público-dependientes y hasta abejas externas que son sembradas estratégicamente para coludir.

Tácticamente provocadores

La voracidad insaciable por la miel (goce sin esfuerzo, dirían los sicoanalistas) ha hecho tan gigante e inmoral al enjambre que han corrompido los propios árboles que producen las flores de las que las abejas extraen el néctar. Entonces, el ejército de aliados protectores de la colmena le canta en coro al nuevo huésped de Carondelet, le dicen que el fin de la colmena sería el fin del Ecuador. Sus votantes, todavía en luna de miel y necesitados de esperanza, lo alientan. El ruido de unos y el apoyo de los otros es ahora una canción conmovedora que pregona que el cáncer no es cáncer, sino falta de vitaminas. Y ahí su voz interior le pregunta al oído: ¿por qué dañar la colmena ahora que por fin ocupas su trono? El Cesar baja entonces su pulgar para sacrificar una vez más a los contribuyentes.

Claro que yo también necesito esperanza, pero no la obtengo de intentar salvar al enjambre, sino de matarlo, de aniquilar insectos y parásitos, de escribir un nuevo ADN que con responsabilidad conduzca nuestros esfuerzos hacia algo más sano. (O)