El mensaje que con sangre y horror ha recibido hace pocas horas la sociedad ecuatoriana toda, pero la guayaquileña, duraneña y esmeraldeña principalmente, deja en claro los nuevos códigos que rigen a nuestra, curiosamente llamada hasta hace poco, “isla de paz”.

Deja clarísimo la arremetida violenta del pasado martes que el poder ya no radica únicamente en el Estado y sus instituciones si no que, tal como en Montecristi 2008 una aplanadora correísta creó el poder ciudadano y el electoral, en noviembre del 2022 ha quedado consolidado un sexto, el narcopoder, a punta de sangre y fuego contra todo lo que caracteriza a una sociedad civilizada. Y este, que no consta en ningún acta, no ha sido debatido, ni fue ratificado en ninguna consulta popular, ha logrado en tiempo récord poner de rodillas a los otros cinco. Inaudito.

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Siendo así la realidad, hay que decodificar el lenguaje que llega con este nuevo poder, que se materializa con el uso de armas de alto impacto, municiones de gran calibre y la frialdad con la cual sus cultores entraron a oficinas policiales, atacaron gasolineras y hasta un dispensario médico, no para cobrar alguna venganza o cometer un robo, si no para dejar escrito en los cuerpos de los cinco policías acribillados solo por serlo, o en los destrozos de la propiedad privada, el mensaje de que llegaron para exigir un espacio social que nadie debe atreverse a cuestionar, menos tratar de evitar. Es el espacio que han copado los cárteles mexicanos, colombianos y también ecuatorianos, y que recuperarlo será una tarea de riesgo mortal para quien lo intente.

Los dueños del sexto poder actúan sin dios ni ley, mientras que el Estado... debe regirse en un marco legal.

El mensaje del horror ha quedado extremadamente claro: ha recluido voluntariamente otra vez a muchos en sus casas, ha llenado de lágrimas los rostros de familiares de las víctimas casuales que tomaron como escarnio. Y por todo esto, sin duda, logró su cometido de imponer su nueva verdad.

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¿Y cuál ha sido el mensaje réplica? ¿El contraataque?, ¿la respuesta desde el poder constituido? El de la ‘mano dura’ hasta ‘las últimas consecuencia’”, repetido ya por sexta vez en igual número de estados de excepción, así como la nefasta repetición del toque de queda que vuelve a poner en vilo aquellas pequeñas economías que no logran aún recuperarse de los efectos de la pandemia.

¿Está mal que sea así la reacción? Definitivamente, no. Pero a la vez, definitivamente insuficiente. Los dueños del sexto poder actúan sin dios ni ley, mientras que el Estado todo lo contrario, debe regirse, como lo dispone la sociedad civilizada en un marco legal. Pero como bien dicen los sabios del marketing tan vigentes actualmente, no puedes esperar resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo.

Aplica para las autoridades que tienen el peso de esta espantosa crisis sobre sus hombros.

Con el paso del tiempo, porque esto no ocurrió en un día, un mes, ni un año, sino desde mucho tiempo atrás, los dueños del sexto poder han ganado territorio, han corrompido hasta lo incorruptible, han dado ya a toda una generación muy joven una realidad paralela que es la única que conocen, cimentada en la droga y sus cuantiosos réditos económicos. ¿Y el Estado?… casi estático. Angustiante. (O)