En Quito predomina una forma de hacer ciudad, basada en un crecimiento vertical indiferente con todo aquello que sea parte del contexto, pero que no añada valor agregado alguno. Ni mejor ni peor que otras formas de crecimiento urbano; es un modelo de gestión que requiere de un dinamismo imparable para seguir creciendo. Si se estanca, colapsa. Es una bola de nieve que, si se la deja rodar a sus anchas, se puede convertir en avalancha. Ciudades como Londres, Nueva York o Hong Kong pueden sostener este tipo de desarrollo urbano, porque sus economías son mayores que las de países enteros, como Argentina o Indonesia. La nuestra es una economía que permite la verticalidad, pero en cámara lenta; muy lenta.

El conflicto surge, entonces, cuando dicho crecimiento arrollador y dicha indiferencia se topan con una parte esencial de la identidad urbana quiteña: lo patrimonial. Y eso convierte al Hotel Quito en el punto de choque entre el desarrollo de lo nuevo y la preservación de la memoria construida.

No vale la pena detallar en este espacio el valor patrimonial del Hotel Quito. Eso ya lo ha hecho el Colegio de Arquitectos del Pichincha, y de una manera precisa y acertada.

Hotel Quito será remodelado interiormente para competir con servicios tipo Airbnb bajo nuevo esquema de negocio

Se discute ahora una propuesta que desea generar torres residenciales en los jardines del hotel y en otros espacios no construidos, supuestamente para no afectar el valor patrimonial de la edificación. Esto equivale a que alguien deseara construir una torre en el patio central en el convento de San Francisco, aduciendo que no está afectando el valor patrimonial de aquel ícono histórico de la ciudad.

(...) eso convierte al Hotel Quito en el punto de choque entre el desarrollo de lo nuevo y la preservación de la memoria...

También se quiere convertir la zona de estacionamientos en una manzana de edificaciones de seis pisos de altura, ignorando que el Gobierno del presidente Camilo Ponce Enríquez expropió ese sector para evitar que la presencia del hotel se vea obstaculizada por construcciones de menor relevancia.

Verdad, bondad y belleza

He expuesto anteriormente en esta columna que el sector de la González Suárez se está estancando. No llegan nuevos habitantes a dicha zona en el volumen necesario. Esto se da por la falta de anclas de desarrollo económico en el sitio. Pero eso no se soluciona alterando sospechosamente fichas patrimoniales. Llega un momento en el cual el valor cultural debe estar por encima de lo económico.

Nadie le niega a los actuales propietarios del hotel su derecho a lucrar de él; pero estamos en todo el derecho de reclamarles coherencia en sus acciones. No se compra un bien patrimonial para hacer torres como les dé la gana. Es como comprar un automóvil de alta gama para transportar ganado. Se deben buscar alternativas de lucro acordes con la naturaleza patrimonial del inmueble. Estoy seguro de que se las puede encontrar si se va más allá de lo inmediato.

Quito ya ha perdido muchas oportunidades de diversificar su desarrollo. La falta de un debate serio y los servilismos del sector público hacia el sector privado han sido los causantes de ello. El Hotel Quito es el último bastión que nos queda. Si no lo defendemos, dejaremos que Quito se vuelva una ciudad genérica más; un precio a pagar por muchos, para el beneficio de muy pocos. (O)