Aunque siempre aspiremos a estar sanos, nadie está exento de enfermarse. Cuando son enfermedades crónicas comunes, como la hipertensión arterial, la diabetes o la enfermedad tiroidea, habremos de tomar conciencia de la disciplina que sus tratamientos exigen para evitar complicaciones futuras. Otras enfermedades, como las renales y las reumáticas, plantean escenarios más complejos, son progresivas y tienen un alto número de complicaciones.

Leer los precios en una lista de medicinas disponibles en un catálogo de una farmacia local me causó desasosiego...

El mayor temor es padecer de una enfermedad degenerativa, autoinmune u oncológica. Después del impacto que provoca el diagnóstico, y durante el proceso de su aceptación, viene la incertidumbre acerca del derrotero que tendrá la existencia desde ese momento, que incluye cómo solventar económicamente tratamientos que son largos y costosos. Sabemos que nuestro sistema de salud pública es insuficiente, los seguros médicos privados no son garantía absoluta, y los de cobertura internacional solo son accesibles para una minoría de la población. El progreso científico en cuanto a la creación de nuevos fármacos ha sido inconmensurable. Muchos tratamientos prometedores –inmunoterapia y terapia génica, por ejemplo– han permitido cambiar el rumbo de enfermedades que antes se consideraban mortales a corto plazo.

Me he preguntado muchas veces cuáles son los parámetros con los que las grandes farmacéuticas (transnacionales) ponen precios a estas nuevas y revolucionarias medicinas. Seguramente, es una visión meramente económica, porque los costos han llegado a ser irracionales. Considerando que muchos tratamientos son prolongados y/o cíclicos, un desembolso mensual de miles de dólares en medicinas es imposible para un ciudadano de clase media, ni se diga para quien sobrevive con un sueldo básico. Por donde se mire el asunto, eso es injusto e inequitativo. El acceso a nuevas oportunidades de mejoría en salud debería ser igualitario para todos. Enfermarse con patologías crónicas se ha convertido actualmente en un lujo.

Leer los precios en una lista de medicinas disponibles en un catálogo de una farmacia local me causó desasosiego: medicinas que pueden llegar a costar 13.000 dólares: una caja de 21 cápsulas, para poder sobrevivir a algún tipo de cáncer. En EE. UU. se debate para que el Senado tome medidas contra el alza indiscriminada de los precios de los fármacos. Una ciudadana norteamericana de 38 años, con esclerosis múltiple, reclamaba por escrito que su tratamiento costaba $ 94.000 al año. Declaraba que el 40 % de los pacientes con dicha enfermedad dejaba de tomar las medicinas o alteraba el tratamiento simplemente porque no podía costearlo, y que, en lugar de disminuir los precios con el tiempo, algunos fármacos se habían encarecido más del 200 % desde que salieron al mercado. Una investigación publicada en enero 2022 en la revista JAMA señalaba que los precios de medicamentos contra el cáncer de pulmón se habían incrementado de 2015 a 2020 sin evidencia de competencia en el mercado.

El alza incontrolable de los precios en las medicinas requiere un análisis ético y profundo de las autoridades correspondientes. Las oportunidades en salud deberían estar al alcance de todos. (O)