Persisten expectativas ciudadanas por conocer la trayectoria de los miembros del gabinete que debutarán con el advenimiento del nuevo gobierno, se espera que esta vez no ocurra lo de ocasiones anteriores cuando con total ligereza alguno de ellos declaraba sin rebozo que no es político, que es técnico, sin afiliación a movimiento o partido, cuando aquella no es necesaria para ejercer ese alto cargo, es suficiente que goce de la confianza del jefe de Estado; pero bien encaja el dicho popular “ministro que diga que no es político, no es ministro”, que se percibe como preanuncio de una fracasada gestión.

La vida del designado cambia radicalmente desde su posesión, penetra en un ambiente altamente politizado, debe actuar con gran prudencia y habilidad, sorteando obstáculos y presiones de colaboradores impuestos por una obsoleta ley de carrera administrativa, los nuevos serán inexpertos, no han saboreado las amarguras burocráticas, empezarán las insistencias de allegados a los que no será posible complacer; entre tanto, los sentimientos de una oposición implacable estarán listos para lanzar sus zarpazos a la mínima flaqueza. Tiene que aflorar una especial sagacidad que no enseñan las universidades, eso lo da las relaciones sociales, es lo que definen como manejo político, será necesario trabajar en concordancia con un Parlamento sin mayoría gubernamental, el que ejercerá un atosigante control, deberá responder con frecuencia a las diferentes comisiones o al pleno que podría someterlo a juzgamientos que podrían determinar responsabilidades, como lo dispone el artículo n.º 131 de la Carta Magna.

Preocupa el Ministerio de Agricultura, irreemplazable conductor de esenciales actividades en lo económico y social, es una supercartera; sin embargo, se lo ha minimizado hasta el extremo, sumido en el anonimato, ubicándolo al borde de la extinción, le han mutilado funciones, ha sido inerte en los temas de comercio exterior que le incumben, peor los ambientales, no integra protagónicamente las comisiones negociadoras de convenios de libre comercio, los recursos hídricos le fueron arrebatados, no le competen, a pesar de que el uso y gobierno del agua es de su área. En la incomprendida transición ecológica e ignorado cambio climático es un convidado de piedra, cuando el inmenso mundo de los suelos degradados está en su radar orientador y ejecutor, las leyes que los determinan están escritas en el vacío. Su ínfimo presupuesto es cada año menoscabado y en su mayor parte solventa una burocracia insatisfecha, no le alcanza para emprender nuevos y actualizados programas inscritos en el intocado espacio de la biotecnología y la transformación digital, con su máxima expresión la inteligencia artificial. El rescate y reivindicación de esa cartera de Estado es imprescindible.

Esa funcionalidad la ejercerá el ingeniero orense Danilo Palacios Márquez, con un palmarés adecuado para esa dura tarea, técnico de óptima preparación y recorrido, de antecedentes familiares ejemplares en el agro, estamos seguros de que el éxito será su compañero de aventura, tiene aptitudes que le han permitido triunfar en la vida gremial y empresarial. (O)