Sí, estamos en guerra. El país está en guerra. Tiene varios frentes de batalla con diferentes especialistas según el ataque que deben enfrentar. Pero en conjunto todos tenemos que hacer frente a las amenazas a las instituciones, a la democracia, a la dignidad de la vida de todos y cada uno de los que vivimos en este hermoso país.

Personalmente creo que el problema principal es enfrentar el narcotráfico que ha infectado toda la sociedad desde las clases más empobrecidas hasta las altas esferas, personas, instituciones, empresas, deportes, medios de comunicación, comercio, casi todas las actividades humanas están bajo ataque y pueden contagiarse como cuando sufrimos la pandemia del COVID-19. En esa ocasión nos protegimos, nos aislamos, tuvimos miedo, nos ayudamos y pensamos que saldríamos mejores en nuestros comportamientos porque éramos sobrevivientes, porque recibimos la vida como un don y porque entendimos que nos necesitábamos.

Para hoy y el futuro

Esta lacra que padecemos viene con corrupción, inseguridad, más pobreza, pero también riquezas desmedidas.

Ahora al igual debemos protegernos y encontrar la medicina que pare el contagio. ¿Cuáles son los anticuerpos que tenemos como sociedad para hacer frente a tantos peligros, para generar resistencia y mejorar la sociedad?

La elección cercana curiosamente está atrayendo a una cantidad de candidatos que dicen que ellos serán la mejor opción para estar al frente del país y sacarlo de la multi-crisis en que se encuentra. Solo muestra la incapacidad de encontrar derroteros comunes para propuestas en la que unir esfuerzos y priorizar urgencias para soluciones eficaces son condiciones de sobrevivencia.

Gobernando en el caos

Lo pudieron hacer los aliados cuando se unieron en la Segunda Guerra Mundial, lo hicieron los países de América Latina que vencieron las dictaduras militares y formaron gobiernos de coalición, lo hizo Mandela cuando buscó unir el país. Pero nosotros seguimos en la fragmentación y aparentemente no medimos la gravedad del momento político, social, económico, moral, que atravesamos. Las coaliciones demandan esfuerzo y tienen el peligro de lograr acuerdos solo por la urgencia de la votación, no por la originalidad del camino que hay que recorrer.

Me atrevo a imaginar una reunión de todos los posibles candidatos sin celulares, sin prensa, de una semana o un lapso suficientemente largo para conocerse, enfrentarse y ver si logran entenderse y hacer propuestas aglutinadoras. Casi como el cónclave de los cardenales cuando eligen al papa.

Muchas veces es más fácil aliarse con los que se consideran enemigos. En mi experiencia, y sobre todo en lo que nos enseña la historia, un adversario claro y definido puede convertirse en el mejor aliado cuando entienden los planteamientos y el porqué de sus oponentes, y cada uno da pasos hacia una alternativa diferente a la planteada. Generan una tercera vía. La oposición narcisista de los aliados a veces entorpece los entendimientos, porque corrigen minucias, buscan protagonismos internos. Consideran que los suyos no son suficientemente de izquierda o de derecha, o… son los amienemigos que provocan descréditos en la opinión ciudadana, porque se pelean entre ellos. Salir del túnel supone excavar juntos para encontrar la salida. (O)