Alcanzar la fama se ha convertido en un propósito muy generalizado. Tal vez porque en cierto sentido significa poder. El famoso es un ser influyente, tiene seguidores, es admirado/a, con o sin razón. Se puede convertir en influencer y tener contratos para posicionar determinados productos. Puede, por consiguiente, ganar bastante sobre la base de su fama. Usted amigo lector, ¿quiere ser famoso? Si la respuesta es sí, ¿se ha puesto a pensar por qué quiere serlo?
¿Quiere aparecer en la portada de revistas?, ¿quiere ser entrevistado en la televisión para que lo vea su mamá y constate su éxito?, ¿quiere que su familia se enorgullezca de verlo y suspire por su éxito?, ¿qué lo lleva a pretender ser famoso?
La verdad es que la fama es un producto favorito para personas de los más variados estratos. Con frecuencia pobres y ricos quieren ser famosos. Muchos creen que merecen la fama. Algún cantante hiperfamoso empezó su éxito subiendo un video en YouTube y el resto es historia. Algún deportista por ahí, famoso, hace gala de fumar marihuana. A propósito de esto último creo que debería haber una especie de código de ética para los deportistas cuando dan entrevistas. Ellos son un referente para la juventud. Esta quiere emularlos. De ahí que es penoso escuchar a alguno que dice que “le da duro” a la marihuana. Gravísimo error. Una declaración así es una pésima guía para la juventud. Nuestros recientes medallistas y diplomados de las dos últimas Olimpiadas han dado muestras de humildad. Sus mensajes han sido de lucha, de fe, de entrega. Son realmente positivos. Ser famoso/a es ventajoso y positivo si detrás de ello hay valores que mostrar. El resultado exitoso en el deporte es importante, pero no es lo único relevante. La fama debe tener un propósito, una luz orientadora que la lleve a feliz puerto. Nuestro ascendente luchador de artes marciales de la UFC dijo que toda su vida ha estado ligado al deporte, que ha llevado una vida sana, hijo de padre y madre deportistas nos dio un positivo mensaje. Detrás de la fama hay mucho potencial que explotar, muchas ideas positivas que se pueden transmitir. Los famosos deben ser reflexivos sobre su presente y futuro, pueden ser guías de la juventud, y por ende contribuir al progreso del país. Cuando la fama termina quedan: el recuerdo de las acciones, los mensajes transmitidos, el culto a los valores. En el mundo aún queda mucha nobleza. Un exboxeador Preciado, en Guayaquil, ha vivido en la pobreza extrema, sin trabajo, y sin embargo, ha entregado años de su vida enseñando box a los niños y a los jóvenes pobres para que no caigan en el mundo de las drogas. Un reportaje mostró las graves carencias de su academia de box. La prefecta Aguiñaga le ha dado empleo y ha resuelto apoyar esa escuela de box. Son dos acciones nobles que es justo reconocerlas públicamente.
El gran mensaje de este artículo es que hay que darle un propósito a la fama, y ese propósito debe nutrirse de valores positivos. Una vida sin espiritualidad es una vida incompleta; y una fama sin propósito es una fama vacía. ¿No cree usted? (O)