El Congreso de  Nicaragua, controlado por lo que queda del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), obsecuente con Daniel Ortega, modificó la  Constitución  eliminando el límite a los periodos presidenciales. La oposición denunció que ese cambio ilegal e inmoral a la Constitución era “un traje a medida del dictador Ortega, que aspira a morir en el poder”.

Tras el derrocamiento del dictador  Anastasio Somoza (Tachito)  en 1979, Ortega y otros cinco miembros del FSLN formaron la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. En 1985 Ortega fue elegido presidente, cargo que ejerció hasta 1990; intentó reelegirse, pero fue derrotado por  Violeta Chamorro, esposa de Pedro Joaquín Chamorro, periodista asesinado durante la dictadura de Somoza.

Ortega nuevamente intentó llegar a la Presidencia en las elecciones de 1996 y 2001, pero fue derrotado;  sin embargo, en las elecciones del 2006 fue elegido y a pesar de que la Carta Magna  solo contemplaba una reelección y no para mandatos sucesivos, la Corte Suprema –obsecuente con el dictador– falló a su favor en 2009, aduciendo que la Constitución violaba sus derechos civiles. Aquella decisión le permitió presentar su candidatura en 2011 para ser  reelegido  en unas elecciones fraudulentas.

Ortega no solo ha reformado la Constitución para perpetuarse en el poder; además, ha conseguido del Parlamento que a los militares se les permita tener responsabilidades en la vida política y económica del país, abriéndoles el camino para que intervengan en la redacción de leyes, que ocupen cargos civiles en el Gobierno, que ofrezcan servicios de seguridad a la empresa privada, etc.

Con los resultados de las fraudulentas elecciones del 6 de noviembre de 2016 y del 7 de noviembre de 2021 se consolidó la dictadura de la “dinastía Ortega-Murillo”, elecciones calificadas como “una farsa” y sin “legitimidad”.

La Iglesia de Nicaragua, que luchó junto con los sandinistas, ahora está bajo ataque; el obispo Rolando Álvarez fue condenado a 26 años de prisión acusado por el dictador de “organizar grupos violentos, incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población, provocando un ambiente de zozobra y desorden, alterando la paz y la armonía de la comunidad, con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales”.

Hay 3.017 ciudadanos, entre ellos excompañeros de lucha del dictador, políticos, periodistas, escritores, sacerdotes, estudiantes, etc., que han sido despojados arbitrariamente de su ciudadanía y confiscados sus bienes, acusados de “traición a la patria” y declarados culpables de los cargos de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional” y “propagación de noticias falsas”.

La reelección indefinida de Ortega para perpetuarse en el poder ya la ejercieron Duvalier, Trujillo, Stroessner, los Somoza, los Castro, etc. Esta franquicia de feroces dictadores está siendo practicada desde hace 64 años en Cuba y ahora con todo el descaro en Venezuela, en Bolivia y en Ecuador, Rafael Correa que tiene en su ADN un poco de cada uno de los dictadores citados, pretende volver para entronizarse en el poder per saecula saeculorum (eternamente). (O)