Walter Spurrier Baquerizo

Llegaron los apagones para quedarse, por lo menos mes y medio. Tres o cuatro horas diarias hasta que el Estado contrate barcazas, probablemente con la turca Karpower.

El inconveniente para los ciudadanos es notorio. Para los negocios un duro problema. Las exportaciones perderán competitividad. Para la industria de alto uso de energía: cemento, vidrio, plásticos, metalúrgica, una catástrofe. Caerá la producción industrial, se perderá empleo, el fisco cobrará menos impuestos, habrá que importar más.

Es un fracaso de las empresas estatales de electricidad, y en general del modelo de empresas públicas monopólicas. Urge que el nuevo gobierno presente a la Asamblea una reforma legal integral que facilite la inversión privada en los llamados sectores estratégicos.

Un modelo debe evaluárselo por los resultados no por ideología. Los rusos abandonaron el comunismo tras setenta años de aguantarlo, por su fracaso en mejorar la vida de los ciudadanos. No hay nada malo en que haya un monopolio estatal en lo eléctrico o petrolero, lo malo es que los ecuatorianos no logramos que funcione. Nuestra cultura no favorece a que las empresas públicas den un buen servicio; hay excepciones, se nos viene a la mente Etapa en Cuenca. Pero los servicios con monopolio a nivel nacional han fracasado. Lo que es peor, las empresas públicas se tornan en perro del hortelano. Ni dan buen servicio ni dejan que otros lo den.

El servicio eléctrico es un negocio: pagamos la luz. Sin embargo, las empresas públicas no invierten, y cuando invierten lo hacen mal. Coca-Codo, Sopladora, Toachi-Pilatón... La lista es larga. No se ha iniciado el proceso para contratar la próxima central en la programación, Cardenillo. Las centrales térmicas son obsoletas y debieron ser reemplazadas o al menos mantenidas y convertidas a gas, y no se lo hizo. En el gran Guayaquil el servicio es pésimo, no se ha invertido en subestaciones, no se reemplazan transformadores ni postes de luz.

Luz, teléfonos y combustibles funcionaban. Hasta que llegó el estatismo.

Petroecuador ha logrado con éxito impedir que se contrate la exploración de gas en golfo de Guayaquil que serviría para alimentar TermoMachala. También obstaculiza que se concesione la terminal de Monteverde, para que una empresa lo adecúe para importar gas natural para la generación (metano) además del de uso doméstico (propano-butano) y monte una gran planta termoeléctrica. De haberse dado no tendríamos apagones.

En petróleo, no ha dado paso a la inversión privada para la construcción de la unidad de alta conversión de la refinería de Esmeraldas, con la que no tendríamos que importar combustibles.

El éxito de un sistema mixto público-privado lo ilustra el sector de telecomunicaciones: Si CNT funciona bien, en buena hora, y si no, es irrelevante porque dos operadoras privadas brindan el servicio de telefonía móvil y varias otras empresas ofrecen internet. Hubo la oportunidad de privatizar la telefonía fija, no se lo hizo, y hoy el servicio está en desuso.

Este modelo de monopolio estatal cumple 50 años. Antes la refinación y comercialización de combustibles lo proveían Anglo (Gran Bretaña) y Gulf (EE. UU.). Guayaquil estaba servida en lo eléctrico por Emelec, de Boise Cascade (EE. UU.) y el servicio telefónico por Ericsson (sueca). Luz, teléfonos y combustibles funcionaban. Hasta que llegó el estatismo. (O)