Casi todos los gobiernos, o al menos los de las últimas décadas, en su momento han asegurado disminuir la tasa de desempleo que recibieron al asumir el poder.

Casi todos también, en campaña, ofrecieron generar miles de plazas de trabajo; unos seguros de que no cumplirían, y otros con la esperanza de, al menos, acercarse a la oferta.

Lo cierto es que la realidad laboral del país es lamentable. Unos, para justificarse, han alegado que heredaron un grave problema, que las cifras recibidas no eran reales; otros, manipulando cifras oficiales que ellos mismos controlan e incluso, creando categorías y subcategorías, han intentado justificar supuestos progresos.

Más empleos: tarea a desarrollar

Lo cierto es que a la gran mayoría de este país le cuesta acceder a plazas de trabajo estables, que les garanticen un ingreso digno, acorde (al menos) al costo de la canasta básica.

Como ocurre en la centralista América Latina, en Ecuador la capital vive siempre una realidad diferente: concentración de instituciones públicas con burocracia excesiva, oenegés internacionales, multinacionales privadas y embajadas, generan una dinámica económica que hace la diferencia con relación al resto de ciudades del país, sin que, por ello, sea ajena a la triste realidad nacional, aunque en menor grado.

La inseguridad y la falta de empleo y políticas laborales fueron los temas centrales en la marcha por el Día Internacional del Trabajo, en Quito

Traigo a colación este tema social fundamental a propósito de la celebración del Día del Trabajo, el lunes de esta semana, en el que, más allá del feriado, los gremios desfilaron por todo el país con las tradicionales consignas reivindicatorias de derechos, pero fundamentalmente clamando al Estado y a las clases dominantes del país por espacios de trabajo, por mejores condiciones laborales y por seguridad ciudadana que les permita regresar con vida a sus hogares luego de la jornada de trabajo.

Lo cierto es que a la gran mayoría de este país le cuesta acceder a plazas de trabajo estables, que les garanticen un ingreso digno...

La delincuencia y otras prácticas violentas en una sociedad han sido materia de estudio a lo largo de la historia. No hay duda de que cada país y cada ciudad tiene sus propias causas, pero una de ellas, común a todas, es la falta de trabajo. La necesidad de tener que acceder, de alguna manera, a los recursos que le permitan a un jefe de familia proporcionar a sus seres queridos alimentación, vivienda, educación y salud, en muchas ocasiones los lleva a caer en la tentación de delinquir y luego en convertirse en delincuente habitual.

La desesperanza y frustración de salir, todos los días, en búsqueda de una oportunidad de trabajo y regresar con las manos vacías, además, alimenta la perversa “lucha de clases” que tanto daño hace a un país, y que sirve de tarima en la que se encaraman los demagogos populistas para acceder al poder, ofreciendo lo que casi nunca cumplen.

Ojalá el Gobierno, que hoy vive apuros con el juicio político que amenaza su permanencia, de llegar a superar la crisis, aterrice el discurso de campaña y cumpla de verdad con la generación real de puestos de trabajo, a través de estímulos a la empresa privada, apoyo al microempresario, así como dinamizando la economía, mediante la tan necesitada obra pública y generando la estabilidad jurídica y seguridad ciudadana tan ofrecida y tan escasa en estos días. (O)