El Gobierno está en una situación política compleja. Ha quemado naves con muchos sectores, en parte al empujar una línea de no ceder ante presiones corruptas, una lección de ética política muy valiosa (aunque deberá mostrar pruebas; si no, puede debilitarse).
Ante ese escenario se han planteado dos alternativas:
Una, “dialogar” con correístas y/o socialcristianos (quienes apoyaron la ley de inversiones y probablemente apoyarían algo de la ley laboral). El precio con los primeros es conocido e inaceptable: impunidad. O buscar espacios con Pachakutik e ID; parece complicado.
Dos, muerte cruzada (recordemos: Gobierno y Asamblea vuelven a una elección, pero el presidente tiene 6 meses para gobernar vía decretos ejecutivos… aunque la Asamblea también puede impulsarla y en ese caso se queda temporalmente el vicepresidente). Ejercicio muy riesgoso, en que algunos se ‘emocionan’ con la posibilidad de gobernar vía decreto ejecutivo, lo cual no me gusta con ningún gobernante, porque el excesivo poder es siempre de temer (ni con una persona recta como Guillermo Lasso). Y al final del camino hay incógnitas: ¿probabilidades de que sea reelecto Lasso?, ¿probabilidades de que le acompañe una mayoría en la nueva legislatura?, ¿tiene sentido darles una opción de un eventual retorno en 6 meses a los que tanto daño han hecho? Recordando, además, que la nueva Asamblea puede rechazar los decretos ejecutivos de los 6 meses.
¿Hay otra vía? Sí: ponerle turbo al Gobierno. Cosas positivas en estos 9 meses: campaña de vacunación espectacular (cierto, aunque tibio); esfuerzo de poner orden en las finanzas públicas, lo cual ha mantenido el apoyo externo; la repatriación desde Ucrania; negociación de tratados de comercio; acciones pequeñas pero importantes (como permitir que el ciudadano compre medicinas en las farmacias en lugar de los hospitales estatales). ¿Vaso medio lleno o medio vacío? Cada uno juzgará, pero sí se puede llenar el vaso en los 3 años restantes. ¿Cómo?…
Expertos señalan que se puede avanzar en materia laboral vía decretos y reglamentos, en cosas sensatas que la mayoría de ecuatorianos apoyaría (no los gremios de trabajadores ni grupos políticos, evidentemente). La reforma a fondo del Estado. Eliminar tanto gasto improductivo. Dar de baja regulaciones y tramitología inútiles y corruptas (¡tantas!). Aunque no salió la ley de inversiones (¿el Gobierno puede mandar otra vez un texto?), no puede ser un pretexto para cruzarse de brazos; ciertamente hay muchas acciones con el sector privado que pueden avanzar (concesiones y más). Descentralizar. Programas sociales de alto impacto. Seguir en el camino de la apertura. Tratados de comercio (cuidado con China). Acelerar la eliminación del ISD (0,25 % al trimestre es muy poco) y disminuir aranceles. Empujar la venta del Banco del Pacífico, necesaria en sí misma, pero además como un paso importante hacia más competencia externa en el mercado financiero local.
Consulta popular sobre temas clave (¿Consejo de Participación, laboral, sistema electoral y judicial?) y mil acciones más. Sin duda, todo esto ante una Asamblea que no se quedará pasiva, buscando no solo entorpecer, sino destruir al Gobierno... Algunos dirán: “Eso sería tener un Gobierno tibio por tres años”. No, sería tener un Gobierno con turbo. (O)